Ayer volví al laberinto de Horta, esta vez con mi madre. Nada más llegar al aparcamiento, el remordimiento se apoderó de mí, ya que aún no he ido a recoger el título del CAP. Espero poder hacerlo sin falta en esta semana que entra. El laberinto sigue muy chulo, aunque se notaba que estamos en verano y no había tanta agua como en primavera.
El resto del domingo ha sido bastante tranquilo y pausado. Aprovechando los momentos de asueto y tratando de evitar el calor agostante, prácticamente no hemos hecho nada. Por la tarde acompañé a mi madre al tren y luego estuve un rato en la playa, para abrir la temporada de baño en la costa barcelonesa. Sin embargo, volví a constatar que las playas de Barcelona no valen nada y que como las pinadas de Alicante no hay nada. Pero como diría mi prima en aquel momento de lucidez: "Pues es lo que hay". Ante eso, sólo queda el punto en boca.
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