Algunas personas tienen más actividad por la noche que durante el día
En repetidas ocasiones he comentado que los días en Londres fueron memorables: divertidos, agotadores, sorprendentes... pero al igual que los días, las noches también fueron memorables, pero por motivos bien diversos. Salvo la primera noche, en que caímos rendidos por la mega-caminata que nos habíamos hecho para empaparnos de Londres en nuestras primeras horas en la capital británica, el resto de noches tuvieron una inusitada actividad que hacía que cada mañana nos costase más arrancar.
No os voy a negar la realidad, en aras del glamour... básicamente lo que hacíamos en el cubículo del Easyhotel era... roncar. Sí, así de de-glamouroso es lo que pasaba. Pero eso sí, se hacía con estilo. A lo grande. La rutina diaria era así: primero una conversación que decae poco a poco, luego el silencio, empieza la respiración pesada, entran en escena unos bufidos y posteriormente hacen su aparición la Orquesta Sinfónica de Londres con todos sus instrumentos de viento. Menos mal que no teníamos vecinos, porque la agitación en la habitación 50 era constante a lo largo de la noche.
Aunque os parezca que hasta ahora no he relatado nada fuera de lo común, porque seamos realistas, todo el mundo ronca, hasta la Preysler y Pitita Ridruejo, lo mejor estaba aún por venir. Si os pensábais que todo se redujo a roncar, no vais encaminados. Las noches se amenizaron con dramas varios:
* El primero de ellos se produjo a unas horas muy intempestivas, y tenía su origen en un extrañísimo sueño donde salían superhéroes y había muertes en extrañas circunstancias que desembocaban en lloros en sueños que se transformaban en lloros verdaderos.
* El segundo fue otra noche en la que el silencio había cobrado protagonismo en lugar de los habituales ronquidos. Justo cuando todo parecía presagiar una noche tranquila, se oyen unos ruidos extraños. De repente, en el silencio de la noche, se oye un susurro, que poco a poco se va haciendo un gemido, el cual alcanza tonos de grito en la noche: "¡Jenny, Jenny!" A día de hoy, todavía no se sabe quién era la tal Jenny, pero desde luego, queda como uno de los grandes misterios de las noches londinenses.
Jenny y su turbadora mirada inquisitiva
* El tercero fue una de las últimas noches. Ante mi amenaza de usar la cámara del móvil para obtener una prueba concluyente ante una descreída Encarni, ésta se guardó el aparato debajo de la almohada. Aquella noche yo estaba insomne, y utilicé mi Ipod para coger el sueño. Al rato, por encima del sonido del Ipod, me llegan los primeros indicios de que el festival del ronquido está a punto de empezar. Pacientemente, espero a que se inicie la fiesta, para realizar las indicaciones recibidas por la tarde (= muéveme o hazme ruido para que deje de roncar). Inocente de mí, realizo la segunda para molestar lo menos posible, y de repente, el espíritu de Jenny se materializa enfrente de mí, y con ojos de loca asesina me amenaza. Realmente sentí miedo al sentirme que estaba compartiendo lecho con alguien que ya no conocía. Un sudor frío recorrió mi espalda mientras me apretujaba contra la pared para alejarme de la amenazante presencia que me miraba fijamente. Finalmente, decidí poner el Ipod a todo trapo y callar, no fuese a ser que saliese malparado.
Y este es un pequeño relato (totalmente verídico) de aquello que aconteció en las noches londinenses.
Moraleja: recordad antes de iros de viaje que a veces se descubren aspectos desconocidos en nuestros extraños compañeros de viaje en las tenebrosas horas nocturnas...
P.S.1: No voy a decir cuál de los dos fue el causante de los dos primeros dramas nocturnos, pero pudo ser cualquiera de los dos.
P.S.2. Por motivos ajenos a mi voluntad, y circunstancias que escapan a mi control, la foto 6 de mis vacaciones no será comentada. Quizá en un futuro, si todo se puede resolver, lo haré.