Aquí os contaré cosas que me vayan pasando, mis pensamientos, mis vivencias... yo, en definitiva.
sábado, 22 de mayo de 2010
En los confines del mundo conocido
Son casi las tres de la mañana (literalmente de día) cuando estoy escribiendo estas líneas, pero no podía irme a dormir sin intentar plasmar, aunque estoy seguro que no seré capaz de ello, todas las emociones del día. Puedo decir, eso sí, que lo de hoy ha sido una de las excursiones que más me han impactado en la vida. Un día que recordaré siempre, el 22 de mayo de 2010, el día en el que visitamos el techo de Europa, el Cabo Norte.
El día comenzó de forma apacible y tranquila, disfrutando del desayuno del bucólico hotel en el que nos estamos alojando. No era un desayuno tan copioso como el de Stavanger, pero no estaba mal tampoco. Hemos sobrevivido a la primera noche en este hotel perdido en la naturaleza. Creo que a pesar de lo que nos dijo la chica, hemos sido los únicos huéspedes. Ahora estoy solo, sentado en un inmenso salón comedor, decorado con sofás y algunas pieles de reno, escribiendo estas líneas, junto a la ventana con la claridad, y una incesante lluvia que no ha dejado de caer. Creo que volvemos a estar solos esta noche en todo el hotel...
Pero no quiero desviarme más de la cuenta. Hemos intentado hacernos un almuerzo estilo "yo mango", pero no había suficiente comida para hacerlo, y no sabíamos si estaríamos arramblando con el desayuno de otros huéspedes. Así, con la panza contenta y alta motivación hemos cogido el coche para iniciar las excursiones. Hoy me ha tocado encargarme a mí de la conducción del Toyota. Tenía ganas, por eso, de llevar el coche por Finnmark, o como hemos visto hoy que también se denomina, la Laponia noruega.
Nuestra primera parada ha sido el Museo de Alta, donde se conservan unas pinturas rupestres, descubiertas en 1973 y que fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. A la entrada del museo, se ofrece una exposición que es un poco de poti-poti, ya que al principio muestran la vida en la Alta prehistórica (de cuando se hicieron las pinturas rupestres), luego nos habla de un conflicto que tuvieron con una presa y los vecinos se movilizaron junto con los conservacionistas, más allá nos habla de los mercados sami a principios de siglo XX, para acabar glosando las hazañas del héroe local del esquí, para acabar hablando sobre la aurora boreal. Todo un megamix de temas diversos concentrados en dos plantas de exposición.
Pero lo mejor del museo son las pinturas rupestres, las cuales están excavadas en rocas al aire libre, y repintadas de rojo para que los turistas puedan distinguirlas bien. Hay un recorrido muy logrado que va surcando todas las rocas que tienen pinturas. Una completísima guía que te entregan al principio nos ha ido detallando las diversas figuras que se mostraban ante nuestros ojos: cazadores, renos, halibuts, ballenas, ranas, alces, renos embarazados, danzas rituales, barcos con gente bailando... Debo decir que me ha encantado la guia, y cómo explicaba todos los detalles de la pintura rupestre, intentando también explicar el significado de la misma. Desafortunadamente, no hay quien sepa lo que los primitivos humanos querían decir, y aunque la guíada unas completas explicaciones y se atreve a aventurar locas teorías sobre el significado de lo humano y lo divinode dichas pinturas, no dejaba de parecerme un poco de invención. Aún así, la visita ha sido magnífica, y hemos estado tres horas haciendo el recorrido completo. Huelga decir que prácticamente éramos los únicos turistas que por allí se veía.
Como ya se nos habia hecho un poco tarde, le he dado un poco de conducción alegre al Toyota. Nuestro destino final era el Cabo Norte, y debido al lamentable estado de las carreteras, se tardan unas cuatro horas y algo en cubrir el trayecto de apenas 250km. Si a eso le añadimos la innumerable cantidad de fotos que íbamos a hacer durante el camino, el tiempo de viaje se iba a acercar a las seis horas. Y no iba mal encaminado, ya que hemos parado innumerables veces en el trayecto para fotografiar un paraje espectacular, dramático, desolador... un tipo de paisaje que yo había estudiado en el colegio, pero que nunca había visto: la tundra. En cuanto nos hemos alejado un poco de Alta, hemos entrado en un terreno totalmente polar: las montañas peladas, el liquen como única vegetación, casas esparcidas muy allí y allá y separadísimas entre unas y otras, y encima de todo ello, la nieve. Cantidades enormes de nieve esparcida por todos lados, y no estoy hablando de alguna acumulación ocasional, no, hablo de glaciares, de espesores de casi dos metros de nieve congelada. Todo esto, regado con abundante lluvia que no ha dejado de caer en todo el día, siendo aguanieve en más de alguna zona. Espectacular ha sido cuando hemos atravesado el puerto de Stoiki, ya que parecía que nos encontrábamos en la luna, así de desolador y agreste era el paísaje.
Conforme íbamos subiendo hacia el norte, el paisaje se iba volviendo más descolorido. Ha habido un momento en el que por muy bello que fuese, el paraje era tan desolador que producía tristeza contemplarlo. Las rocas desnudas, tan sólo cubiertas por nieve, los acantilados hundiéndose en el mar y con una serpenteante carretera en mal estado rodeándolo , y un cielo plomizo cayendo sobre un mar que no acababa nunca no son un signo de mucha felicidad. Tan sólo los rebaños de renos ponían la nota divertida. Y antes de que lo preguntéis, sí, hemos visto muchísimos renos que se cruzan en la carretera cuando les sopla. Eso sí, están acostumbrados, porque van tranquilamente por la carretera, pero cuando oyen el motor de un coche, se apartan y se ponen a un lado para que el coche pase sin molestarlos. Hay muchas fotos de renos cerca del coche, ya os las enseñaremos.
Mientras hacíamos kilómetros con el coche, seguíamos admirando el paisaje que era tan nuevo para mí, la tundra. A la nieve, le seguia más nieve, a un fiordo, le seguía otro, a un acantilado, otro más allá, a una manada de renos, otra. Lo que no veíamos era mucha gente en el camino, apenas algún coche aquí y allá. Tras tres horas de camino, llegamos a la entrada del túnel que comunica la comarca de Nordkapp con el resto del continente. Es un túnel impresionante, que transcurre a 215 metros por debajo del mar. Los primeros cuatro kilómetros son de bajada impresionante hacia las entrañas del mar ártico, los otros tres son de subida hacia la isla del Cabo Norte. Es el único túnel de peaje que nos hemos encontrado, o al menos que nosotros lo sepamos, ya que los peajes de Bergen los tenemos que pagar aún.
Al salir del túnel, el paisaje se hace aún más agreste si cabe, y comenzamos a ver algo parecido a pingüinos cruzando la carretera, haciendo migas con los renos. Juraría que n o hay pingüinos en el polo norte, pero estos deben ser sus primos hermanos de especie. Tras unos cuantos kilómetros más llegamos a la población de Honningsvag. Es un pequeño pueblo costero, con la arquitectura típica polar. Aprovechamos para parar y hacer unas fotos, el día es tan plomizo que una nube de tristeza parece cubrir el pueblo, por eso decidimos ir a comer algo, que con la pancita contenta todo se ve de otro color. Con lo que no habiamos contado es con que aquí también celebran la segunda pascua, el pentecostés, y este fin de semana todo tiene horarios especiales. Llegamos al supermercado Rimi Rimi Ley apenas diez minutos después de la hora del cierre. Por supuesto, no nos dejan entrar, así que tenemos que adentrarnos en el pueblo para buscar algo sólido. Lo único que encontramos abierto es un MIX, y sólo tienen paninis y hotdogs, así que nos resignamos a ello. Como llueve incesamente, decidimos quedarnos en el MIX a comer, así aprovechamos para ver a la fauna local entrar y salir del establecimiento, que debe ser lo único abierto. Nos llaman la atención dos cosas: primero, que en la quiniela local, aparece el partido Elche-Girona como partido sobre el que apostar; segundo, que lo único que entran son niños que van solos y se están un buen rato para comprar una chuchería. Nos da especialmente pena un niño que a pesar del frío va en manga corta, lleva un gorrito sucio, y de la nariz le cuelgan dos candelas. Lleva un hato hecho con una baqueta de batería y un trapo. Nos pide algo, pero no le entendemos ni él a nosotros. Nos da pena, parece sencillamente abandonado... Creemos que no lo está, o queremos pensarlo, porque aquí los niños van y vienen solos. Es normal, esto es más tranquilo que el más tranquilo de los pueblos de España. Aún así, estoy segura que el grupo de mamás del EB se hubiese puesto muy triste al ver al niño "abandonado". Estoy seguro de que si Eva lo hubiera visto, aún estaría llorando.
Tras salir del MIX, nos vamos con el coche a dar una vuelta por el pueblo, que literalmente son dos calles. De vuelta a la carretera que nos lleva al Cabo Norte nos encontramos de nuevo al niño abandonado. Va solo por la calle, con su gorro de lana sucio y su camiseta de manga corta de "Cars"...
De nuevo en la carretera, notamos que nos estamos acercando al polo. Hay lagos helados por doquier, nieve aquí y allá. No hay ni un alma en la carretera, y por fin, a lo lejos, divisamos el observatorio del Cabo Norte. Institivamente me emociono, y lo pesado que ha sido el viaje se me olvida, tantas son las ganas de llegar. Justo en la entrada de las taquillas Cabo Norte tenemos que hacer cola detrás de un coche finlandés, del que sale un tipo viejo con peluca que lleva una tarta en la mano. Después de conversar un buen rato con el taquillero, y de darle tarta, se vuelve a subir al coche y nos deja pasar.
Le hablamos al taquillero en inglés, como corresponde, y en cuanto ve mi tarjeta de crédito cambia al español. El chico es un joven español quese ha venido al Cabo Norte para trabajar en verano. Una vez franqueamos la entrada, aparcamos el coche y nos lanzamos a hacer fotos a todo lo que hay.
El paraje es sobrecogedor, una planicie arrasada por el frío, con un mirador que da directamente sobre el océano ártico. La inmensidad del mar que se abre ante nosotros, el silencio del lugar, el viento polar que barre la planicie. No puedo expresar con palabras la mezcla de sentimientos que me embargan. Me siento en el confín del mundo, que estoy mirando cara a cara al Polo Norte...
Aprovechamos para hacer fotos, tanto en el monumento que 7 niños construyeron en 1989 y dedicado a la paz en el mundo, como en la bola del mundo que nos recuerda que estamos en el punto más septentrional de Europa, que arriba sólo está el Polo Norte, y que estamos más cerca de Canadá que de otros países civilizados de Europa.
Hacemos fotos a cualquier cosa. Incluso yo, que suelo ser reacio a las fotos me dejo llevar por el momento y fotografío todo. Una foto que guardaré como recuerdo más preciado es aquella que me hice encaramado al globo terráqueo que es el símbolo de Nordkapp.
Una vez visto el exterior, y con la lluvia y el frío arreciando, decidimos hacer una visita al interior del museo. Nos damos cuenta de que hemos tenido una suerte tremenda, ya que la temporada turística empieza ahora, y de haber sido una semana antes, no hubieramos podido entrar, ya que llegamos a las séis, y en invierno cierran a las tres. Aquí el invierno acaba esta semana. Pero como la suerte nos sonríe, pudimos entrar. Aún así, vemos que todo está a medio gas, apenas hay turistas, y todo está en preparación. Yo pensaba que la visita a Cabo Norte iba a ser un momento Cortinglex, ya que es un sitio muy turístico, pero somos de los primeros en venir por la zona.
Hacemos una parada en la tienda de souvenirs, donde hay tres empleados que se afanan en ponerla a punto para la llegada de los turistas. Luego nos apetece un café, pero no hay nadie en la cafetería para servirnos. La chica de la tienda de souvenirs nos dice que cojamos lo que queramos, así que en un momento "yo mango" nos hacemos unos cafés por la patilla, mientras hojeamos unos folletos turísticos, de palabras grandilocuentes, que es lo que les gusta aquí. Como en el edificio donde estamos hay un hotel también, supongo que la gente piensa que somos huéspedes y nadie nos dice nada. Pero no creáis, no somos los únicos que nos apuntamos al estilo "yo mango".
Luego nos vamos a explorar las otras salas del edificio. No hay absolutamente nadie, y no deja de ser un tanto tétrico. Vamos por los pasillos como si estuviéramos por casa. Cuando llegamos a una especie de cine que proyecta una película sobre el Cabo Norte. El coine está vacío, pero siguiendo nuestro estilo, simplemente cogemos el mando del dvd que hay por ahí, le damos al play y nos sentamos a ver la espectacular película, que nos muestra el Cabo Norte en las diversas estaciones del año. Cuando salen las escenas de nieve, da hasta miedo pensar en que donde estamos puede llegar a nevar tanto. Mientras estamos viendo la película pasa un trabajador del edificio, pero no nos dice nada, simplemente nos cierra la puerta para que veamos la película tranquilamente.
Después de la película, seguimos explorando las salas: hay una capilla ecuménica, unos dioramas de gente que había visitado el Cabo Norte, y una capilla dedicada a un rey de Tailandia que vino por estos lares a principios del siglo XX. Luego descubrimos un gran café, pero está totalmente cerrado y no hay nadie a la vista. Realmente tétrico, es lo más parecido a una película del subgénero consumista de terror adolescente que he visto en mi vida. Supongo que cuando se acerque el verano, esto estará a rebosar de turistas, pero hoy, sólo estamos nosotros, sólo falta el asesino en serie y tenemos la película completa. Explorando, explorando encuentro una salida a una terraza mirador sobre el ártico, la mitad de la cual está cubierta por una montaña de nieve de unos 4 metros del altura. Aprovechamos para hacernos unas cuantas fotos chorras.
Salimos de nuevo al exterior y no resisto la tentación de llamar a mis padres para contarles dónde estoy. De todo el viaje, esta es la excursión que más me ha marcado. Aquí quiero volver algún día, a sentirme en lo alto del mundo, en el último confín de Europa.
Iniciamos la vuelta a las diez de la noche, pero no hay problema, aunque la carretera es mala, es de día y no hacen falta ni siquiera los faros del coche, aunque aquí hay que llevarlos encendidos siempre. La lluvia vuelve a caer pertinaz, y una bruma surge de los lagos helados. A veces esta bruma llega a convertirse en una espesa niebla, y el viaje se hace un poco tétrico. Voy conduciendo yo, y hay momentos en los que no se ve más allá de tres o cuatro metros. Menos mal que es de día.
Sólo paramos una vez a tocar el agua del ártico y a caminar sobre un lago helado. La experiencia es maravillosa, y está a tono con el resto de las vivencias de la jornada, algo para recordar siempre. El resto del viaje lo hacemos de tirón, y llegando cerca de Alta las condiciones empeoran muchísimo. Llueve a cántaros, la niebla cubre toda la carretera y hay bolsas de agua en el pavimento que hacen difícil controlar el coche. Los últimos kilómetros son realmente penosos, no quiero ni pensar cómo debe ser esto en invierno.
Es pasada la una de la mañana cuando llegamos al centro de Alta. No hemos cenado porque no había nada para comprar, todo está absolutamente cerrado, así que no queda más remedio que volver al kebab del centro. No estamos comiendo tan mal como pensaba, pero llevamos un descontrol importantísimo de comidas. Al grupo de la frutita y el pescadito le daría un síncope si tuviese que alimentarse así. Vamos, que a Noruega no pueden venir. A pesar de la lluvia, hay animación en los tres bares del pueblo. Y cuando digo tres, me refiero literalmente a tres. En el kebab tenemos la mala suerte de encontrarnos con el borracho del pueblo, aunque sin consecuencias graves. Cogemos nuestros kebabs y nos largamos rápidamente al hotel. El dueño del kebab aún se acuerda de nosotros, debemos ser los únicos extranjeros que hay en Alta.
Llegamos al hotel sobre las dos de la mañana y devoramos todo lo que traemos. Intento escribir esta crónica, pero sólo puedo hacer una parte. Por la mañana continuo. Caemos rendidos, pero el dia quedará para siempre en mi memoria.
viernes, 21 de mayo de 2010
Four seasons in one day
Hola desde el fin del mundo. Literalmente. Estamos en Alta, capital de la provincia de Finnmark, en la parte más al norte de Noruega. Son prácticamente las doce de la noche, pero es totalmente de día. Para que os hagáis una idea, es como si fueran las siete de la tarde de un nublado día de verano. Hoy nos costará dormir, creo.
Pero retrocedamos al principio de la jornada. Hoy nos hemos levantado a las seis en punto, y hemos acabado de recoger nuestras maletas en silencio, para no despertar al compañero de turno del hostal. Al final me olvidé de comentároslo, pero en ningún momento hemos podido estar solos. Después del siniestro, vino un chaval tamaño XXXXXXL, que sólo sabía decir hello, pero la palabra goodbye no la había aprendido todavía. Este sólo estuvo una noche. Luego hemos tenido a un señor mayor, pero nunca nos hemos cruzado con él. En el nivel de interactuación con los compañeros, hemos ido decreciendo hasta no hablar.
La razón del madrugón es que teníamos que llegar al aeropuerto de Bergen, y antes de eso, teníamos que llenar el depósito de gasolina. Y nos hemos encontrado con dos problemas: el primero es que no hay muchas gasolineras de camino al aeropuerto, y segundo que ha sido decir de irnos y bajar la temperatura a saco. Esta mañana nos hemos despedido de con un tiempo frío y con mucha niebla. Al final hemos podido poner gasolina y llegar al aeropuerto sin contratiempos. El aeródromo es muy pequeño, estilo playmobil, y no hemos tenido mayor problema. Curioso es que tienes que imprimirte tu tarjeta de embarque y la etiqueta de la maleta, ya que sólo hay bagagge drop.
Del vuelo a Tromsø no puedo contaros mucho, ya que los tres hemos caído rendidos, y hemos pasado las dos horas de viaje totalmente dormidos. Y eso que íbamos en el vuelo con la hija de Whoopi Goldberg, pero no teníamos fuerza para nada.
Al aterrizar en Tromsø, nos hemos dado de bruces con la realidad. Estamos por encima del Círculo Polar Ártico, más cerca del Polo Norte que de cualquier otra cosa, y eso se nota. Una fría aguanieve nos ha recibido. Si ayer estábamos tomando el sol en Bergen, hoy veíamos la lluvia helada caer en Tromsø. Enseguida nos hemos abrigado correctamente y hemos ido a recoger nuestro coche de alquiler. Perdón, ¡¡¡nuestra "autocaravana"!!! Esta vez nos han dado un Toyota Auris rojo, exáctamente como el del Wau.
Con nuestro coche nuevo nos hemos dirigido al centro de la ciudad de Tromsø a hacer un poco de turismo. La ciudad es pequeña, y aunque se autodenomina la "París del Ártico", no recuerda en nada a la ciudad francesa. De hecho, la ciudad tiene un encanto muy polar. Es difícil de describir, pero uno se hace a la idea de que es una ciudad de balleneros, cazadores de focas... De hecho, su atracción principial es un museo que se llama "Polaria", dedicado... al Polo Norte. Como habíamos aparcado en una zona azul, teníamos un tiempo limitado para visitar la ciudad. De hecho, hemos tenido que salir corriendo para llegar a tiempo a donde habíamos aparcado el coche. Y hemos llegado justo a tiempo, ya que el revisor ya estaba mirando los tickets. Salvados por la campana. Como habíamos comprado picnic para comer, hemos aprovechado que teníamos que cruzar el fiordo, para ver la catedral del ártico y comer.
Seguidamente nos hemos lanzado a la carretera para cubrir los 300km que nos separaban de nuestro destino de hoy, Alta. Como ya os comenté, las carreteras no son muy buenas, así que se calcula que se tardan unas seis horas en hacer el recorrido. Y si hacíamos caso al dómine de la catedral de Tromsø, que ha sido un agorero y nos ha dicho que podría ser que la carretera hacia Alta estuviese cerrada por la nieve, la cosa podría alargarse ad infinitum. Pero no ha sido así, la carretera estaba despejada, pero hemos atravesado todas las circunstancias meteorológicas que se os puedan ocurrir - ha habido ratos de sol, de nubes, de lluvia, de aguanieve, y de nieve. Nuevamente, los paisajes han sido espectaculares. Enormes montañas cargadas de nieve hundiéndose en el fiordo, cataratas de agua buscando su camino al mar... Y nuevo de hoy, unos pasos de montaña cargadísimos de nieve. Ha habido momentos en que dudábamos si podríamos continuar, de la cantidad de nieve que había en los márgenes de la carretera, pero afortunadamente ésta estaba limpia, y ninguna barrera de las que hay en el recorrido estaba bajada. Eso sí, tenemos fotos espectaculares del puerto de montaña que hemos atravesado. Si te descuidabas, te podías hundir en la nieve hasta las axilas, así que había que llevar cuidado. Perose me quedará grabado en la memoria ese puerto de montaña nevado con el fiordo al fondo.
Claro que no son las únicas fotos que hemos hecho. Hemos parado innumerables veces a observar el paraje, dramático y espectacular a la vez. Es un paisaje totalmente distinto al de los fiordos de Bergen, donde todo era una explosión de color. En la Noruega ártica, todos los colores son pálidos, y predomina el gris plomizo del cielo, y el blanco de la nieve. Con tanto entretenimiento hemos llegado a Alta pasadas las diez de la noche.
El hotel donde estamos esta noche está enclavado en las montañas que rodean Alta. Es como una cabaña gigante en medio de la naturaleza. Y lo están renovando poco a poco. Se supone que será un golf y un spa, pero de momento está a medio hacer. Aunque tenían que venir otros huéspedes, esta noche -lo de noche es un decir, menuda claridad- aún no han llegado. Es decir, que estamos solos en una cabaña gigante en medio de una montaña en la Noruega polar. La idea es espeluznante, ya que nos viene a la cabeza la peli de "El resplandor". La chica que está en recepción no se parece mucho a Jack Nicholson, pero uno no se puede fiar. Ni siquiera la fría belleza del bosque que nos rodea me tranquiliza. Menos mal que la noche nunca llega en estos parajes a estas alturas del año.
Quizá para despejarnos un poco hemos ido a Alta a cenar. Menuda decepción. Es una ciudad rarísima, donde el centro lo constituyen dos calles -literalmente dos-, y a pesar de que es viernes por la noche -nuevamente, lo de noche es un decir-, no hay nadie por la calle. Es lo más desolado que hemos encontrado en nuestro viaje hasta el momento. Mañana tenemos pensado conducir hasta el Cabo Norte, el punto más septentrional de Europa, pero ya nos imaginamos que eso será un poco El Corte Inglés por la de turistas que habrá. Pero eso es otra historia y toca contarla mañana.
Curiosidades que he aprendido de Noruega:
1. El plato nacional es el perrito caliente (o_0')
2. Se pueden vivir cuatro estaciones en un día (o_0'')
3. Existen rotondas dentro de los túneles (o_0''')
4. Existen rebaños de renos bebé y nos hemos encontrado con uno y el niño que los pastorea (o_0'''')
5. La gente conduce fatal y hace unos adelantamientos peligrosísimos (o_0''''')
P.S: Acabo de escribir esta entrada a la 1.30 de la mañana, y ¡ya está amaneciendo! Lo de amanecer es un decir, porque nunca se ha hecho de noche, pero se nota que la claridad va aumentando. Esto es para volverse loco.
Pero retrocedamos al principio de la jornada. Hoy nos hemos levantado a las seis en punto, y hemos acabado de recoger nuestras maletas en silencio, para no despertar al compañero de turno del hostal. Al final me olvidé de comentároslo, pero en ningún momento hemos podido estar solos. Después del siniestro, vino un chaval tamaño XXXXXXL, que sólo sabía decir hello, pero la palabra goodbye no la había aprendido todavía. Este sólo estuvo una noche. Luego hemos tenido a un señor mayor, pero nunca nos hemos cruzado con él. En el nivel de interactuación con los compañeros, hemos ido decreciendo hasta no hablar.
La razón del madrugón es que teníamos que llegar al aeropuerto de Bergen, y antes de eso, teníamos que llenar el depósito de gasolina. Y nos hemos encontrado con dos problemas: el primero es que no hay muchas gasolineras de camino al aeropuerto, y segundo que ha sido decir de irnos y bajar la temperatura a saco. Esta mañana nos hemos despedido de con un tiempo frío y con mucha niebla. Al final hemos podido poner gasolina y llegar al aeropuerto sin contratiempos. El aeródromo es muy pequeño, estilo playmobil, y no hemos tenido mayor problema. Curioso es que tienes que imprimirte tu tarjeta de embarque y la etiqueta de la maleta, ya que sólo hay bagagge drop.
Del vuelo a Tromsø no puedo contaros mucho, ya que los tres hemos caído rendidos, y hemos pasado las dos horas de viaje totalmente dormidos. Y eso que íbamos en el vuelo con la hija de Whoopi Goldberg, pero no teníamos fuerza para nada.
Al aterrizar en Tromsø, nos hemos dado de bruces con la realidad. Estamos por encima del Círculo Polar Ártico, más cerca del Polo Norte que de cualquier otra cosa, y eso se nota. Una fría aguanieve nos ha recibido. Si ayer estábamos tomando el sol en Bergen, hoy veíamos la lluvia helada caer en Tromsø. Enseguida nos hemos abrigado correctamente y hemos ido a recoger nuestro coche de alquiler. Perdón, ¡¡¡nuestra "autocaravana"!!! Esta vez nos han dado un Toyota Auris rojo, exáctamente como el del Wau.
Con nuestro coche nuevo nos hemos dirigido al centro de la ciudad de Tromsø a hacer un poco de turismo. La ciudad es pequeña, y aunque se autodenomina la "París del Ártico", no recuerda en nada a la ciudad francesa. De hecho, la ciudad tiene un encanto muy polar. Es difícil de describir, pero uno se hace a la idea de que es una ciudad de balleneros, cazadores de focas... De hecho, su atracción principial es un museo que se llama "Polaria", dedicado... al Polo Norte. Como habíamos aparcado en una zona azul, teníamos un tiempo limitado para visitar la ciudad. De hecho, hemos tenido que salir corriendo para llegar a tiempo a donde habíamos aparcado el coche. Y hemos llegado justo a tiempo, ya que el revisor ya estaba mirando los tickets. Salvados por la campana. Como habíamos comprado picnic para comer, hemos aprovechado que teníamos que cruzar el fiordo, para ver la catedral del ártico y comer.
Seguidamente nos hemos lanzado a la carretera para cubrir los 300km que nos separaban de nuestro destino de hoy, Alta. Como ya os comenté, las carreteras no son muy buenas, así que se calcula que se tardan unas seis horas en hacer el recorrido. Y si hacíamos caso al dómine de la catedral de Tromsø, que ha sido un agorero y nos ha dicho que podría ser que la carretera hacia Alta estuviese cerrada por la nieve, la cosa podría alargarse ad infinitum. Pero no ha sido así, la carretera estaba despejada, pero hemos atravesado todas las circunstancias meteorológicas que se os puedan ocurrir - ha habido ratos de sol, de nubes, de lluvia, de aguanieve, y de nieve. Nuevamente, los paisajes han sido espectaculares. Enormes montañas cargadas de nieve hundiéndose en el fiordo, cataratas de agua buscando su camino al mar... Y nuevo de hoy, unos pasos de montaña cargadísimos de nieve. Ha habido momentos en que dudábamos si podríamos continuar, de la cantidad de nieve que había en los márgenes de la carretera, pero afortunadamente ésta estaba limpia, y ninguna barrera de las que hay en el recorrido estaba bajada. Eso sí, tenemos fotos espectaculares del puerto de montaña que hemos atravesado. Si te descuidabas, te podías hundir en la nieve hasta las axilas, así que había que llevar cuidado. Perose me quedará grabado en la memoria ese puerto de montaña nevado con el fiordo al fondo.
Claro que no son las únicas fotos que hemos hecho. Hemos parado innumerables veces a observar el paraje, dramático y espectacular a la vez. Es un paisaje totalmente distinto al de los fiordos de Bergen, donde todo era una explosión de color. En la Noruega ártica, todos los colores son pálidos, y predomina el gris plomizo del cielo, y el blanco de la nieve. Con tanto entretenimiento hemos llegado a Alta pasadas las diez de la noche.
El hotel donde estamos esta noche está enclavado en las montañas que rodean Alta. Es como una cabaña gigante en medio de la naturaleza. Y lo están renovando poco a poco. Se supone que será un golf y un spa, pero de momento está a medio hacer. Aunque tenían que venir otros huéspedes, esta noche -lo de noche es un decir, menuda claridad- aún no han llegado. Es decir, que estamos solos en una cabaña gigante en medio de una montaña en la Noruega polar. La idea es espeluznante, ya que nos viene a la cabeza la peli de "El resplandor". La chica que está en recepción no se parece mucho a Jack Nicholson, pero uno no se puede fiar. Ni siquiera la fría belleza del bosque que nos rodea me tranquiliza. Menos mal que la noche nunca llega en estos parajes a estas alturas del año.
Quizá para despejarnos un poco hemos ido a Alta a cenar. Menuda decepción. Es una ciudad rarísima, donde el centro lo constituyen dos calles -literalmente dos-, y a pesar de que es viernes por la noche -nuevamente, lo de noche es un decir-, no hay nadie por la calle. Es lo más desolado que hemos encontrado en nuestro viaje hasta el momento. Mañana tenemos pensado conducir hasta el Cabo Norte, el punto más septentrional de Europa, pero ya nos imaginamos que eso será un poco El Corte Inglés por la de turistas que habrá. Pero eso es otra historia y toca contarla mañana.
Curiosidades que he aprendido de Noruega:
1. El plato nacional es el perrito caliente (o_0')
2. Se pueden vivir cuatro estaciones en un día (o_0'')
3. Existen rotondas dentro de los túneles (o_0''')
4. Existen rebaños de renos bebé y nos hemos encontrado con uno y el niño que los pastorea (o_0'''')
5. La gente conduce fatal y hace unos adelantamientos peligrosísimos (o_0''''')
P.S: Acabo de escribir esta entrada a la 1.30 de la mañana, y ¡ya está amaneciendo! Lo de amanecer es un decir, porque nunca se ha hecho de noche, pero se nota que la claridad va aumentando. Esto es para volverse loco.
jueves, 20 de mayo de 2010
Conduciendo por Flesland
Ya sé que ayer no escribí ninguna entrada, pero había una razón de peso. No os preocupéis que hoy os contaré las dos jornadas al detalle.
Como ya os dije, ayer alquilamos un coche. ¡Qué digo coche! ¡¡¡Una autocaravana!!! Con ella teníamos intención de surcar la zona que rodea Bergen. Así que a las 10 en punto nos plantamos en la oficina de alquiler de coches, dispuestos a empezar nuestro viaje por libre. El chico que nos atendió debería tener ascendencia sueca, porque no nos fue de mucha ayuda, cuando le preguntamos alguna duda que teníamos. Nuestra duda principal era dónde íbamos a aparcar en Bergen, con lo difícil que es, ya que estamos alejados en el centro. Finalmente decidimos que afrontaríamos el problema cuando lo encontrásemos, ya que no íbamos a empezar la casa por el tejado.
Así pues, una vez que teníamos las llaves de nuestro automóvil en la mano, lo primero que hicimos fue... irnos a ¡¡¡desayunar!!! Así que dejamos al de la oficina de alquiler de coches con un palmo de narices y nos fuimos al Deli de Luca a por nuestro copioso almuerzo. Una vez con la panza llena, volvimos a por el coche y conmigo al volante, iniciamos nuestra ruta por la provincia de Flesland y adyacentes. El primer día decidimos hacer una ruta a la búsqueda de las antiguas iglesias vikingas, o eso recomendaba la guía, así que allá que nos fuimos.
Debo incidir en que aunque todos consideremos a Noruega como un país de lo más moderno, su sistema de carreteras no es que sea malo, es malísimo, y da hasta miedo conducir por ellas. Baste decir que no hay ni una sola carretera que sea de doble carril fuera de la circunvalación de Bergen. ¡¡¡Todo lo demás es dos carriles con uno para cada sentido de la marcha!!! Y no os penséis que son carreteras secundarias, no, no. Me estoy refiriendo a la "autopista" que une Bergen con Oslo, la segunda ciudad del país con la capital. Es como si Madrid y Barcelona estuviesen unidas por una carretera comarcal. Sinceramente sorprendente. En algunos tramos de la ruta que hemos hecho era imposible que dos coches pasaran a la vez, y había que ceder el paso, al igual que la mítica Pepi de Valencia comentó del Preikestolen. Y lo peor de todo es que no sólo te cruzas con otros coches, sino también con autobuses y camiones. En fin, es digo de comentar, porque no es lo que te esperas de un país asi.
Por otro lado, la gente es bastante civilizada, pero al volante se transforman como todos los demás países en agresivos. Basta decir que el límite en las carreteras es de unos ridículos 70km/hora, teniendo que ir en algunos tramos a 50 y a veces menos si te viene un autobús de cara lanzado a toda pastilla, porque claro, nadie, y me refiero a absolutamente nadie, respeta los límites de velocidad. Es más, te achuchan y te hacen luces... Y aún estoy por descubrir la razón por la que la gente acelera en vez de reducir la velocidad cuando entran en un túnel. Imaginaos túneles larguísimos, de hasta 25 kilómetros de largo, con una pobre iluminación y un carril por sentido, muchas veces sin ninguna marca que delimite cada carril. Debo decir que en ese aspecto la experiencia ha sido poco menos que terrorífica.
No podría detallaros toda la ruta que hicimos porque durante el camino íbamos parando muchas veces, para hacer fotos, claro, seguro que nunca lo habríais adivinado, ejem ejem. El caso es que los paisajes son espectaculares, como salidos de un cuento, o de una película del Señor de los Anillos. Cualquier persona que sea aficionada a la naturaleza debe tener un orgasmo permanente en este país. Así que Sonia y Mary Joe, tenéis que animaros a venir, aunque sé que ya estáis animadas. Según todos los catálogos, la naturaleza es exhuberante, dramática, pintoresca y espectacular. Y aunque los folletos y trípticos promocionales no escatimen en epítetos superlativos, todo lo que cuentan es cierto. En estos días habré visto más cascadas que en toda mi vida, pero cada una de ellas es diferente y a la vez espectacular. No puedo describir la sensación de ver las altas montañas cubiertas de nieve derritiendose, y el agua buscando cualquier camino para llegar al fiordo. Hay que verlo.
En el camino aprovechábamos para parar cuando había alguna foto-op que se considerase interesante. Menos mal que ahora las cámaras son digitales y no se revelan todas las fotos, porque ayer y hoy las cámaras echaban humo. Básicamente el viaje de ayer se centró en cascadas e iglesias, estas últimas de todo tipo, tanto modernas, como nórdicas, como vikingas. Eso sí, sólo pudimos entrar a la de Voss, porque todas las demás están cerradas casi siempre. Otros pueblos que vimos fueron Aurland (donde aprovechamos para comer unas hamburguesas vegetales, para socializar con las dos yayas del pueblo, y para ser considerados poco menos que bichos raros por unas niñas del pueblo que no habían visto un turista desde el verano pasado), Flam (donde ya habíamos estado el día de antes con la excursión del Flamsbana), Borgund (donde está la iglesia vikinga más antigua que resiste en Noruega - aquí llegamos tarde y sólo la pudimos ver por fuera), Laerdal (donde nos cruzamos con varias excursiones de chinos, y las guías prometen un precioso pueblo antiguo nórdico con un mercado y lleno de gente, pero que cuando llegamos nosotros estaba totalmente vacío, y parecía un pueblo abandonado del Oeste americano, con sus casas de madera, su saloon... solo faltaba la bola de brezo rodando solitaria por el pueblo). En general todos los pueblos son parecidos, enclavados en un valle rodeados de montañas enormes coronadas de nieve y con varias cascadas dando vía libre a ese agua.
En ese momento ya llevábamos varias horas de ruta, pero como estábamos animados, nos atrevimos a meter el coche en un ferry y cruzar el Sognefjorden hacia Sogndal, en busca de la mítica iglesia de Urnes. A la iglesia no pudimos llegar, ya que perdimos el segundo ferry, pero aprovechamos para pasear por un solitario pueblo de pescadores a orillas del fiordo, Solvorn. Ya caía la tarde sobre el fiordo, y decidimos darnos la vuelta y volver a Bergen. El problema fue que nos habíamos emocionado muchísimo y estábamos a más de 300km de Bergen y eran casi las 22 de la noche!!! O de la tarde, que sería por estos pagos. Inasequibles al desaliento, volvímos sobre nuestros pasos, cogimos el ferry de nuevo y volvimos sobre nuestros pasos. La vuelta se nos hizo muy penosa, porque la noche llegó de verdad y las carreteras seguían siendo malísimas. Menos mal que no había casi nadie por la carretera, lo cual minimizó cualquier situación de riesgo. Especialmente penoso se nos hizo volver a cruzar el túnel de Laerdal, el de los 25km, y ni siquiera sus efectos especiales que intentan imitar que estamos cruzando un glaciar consiguieron hacerlo más llevadero. Eran las dos de la mañana cuando entrábamos en Bergen, y entonces empezaba el problema del aparcamiento. Sin embargo, la fortuna estuvo de nuestro lado, y encontramos un hueco donde dejarlo a pocos metros del hostal. Eso sí, sólo pudimos dejarlo hasta las 10 de la mañana de hoy, con lo cual nos garantizábamos que íbamos a dormir poco.
***
Esta mañana nos ha costado mucho levantarnos, porque estábamos sencillamenter agotados de ayer, pero como había que mover el coche, allí estábamos los tres, a las 10 de la mañana montados en el coche, camino del fiordo de Hardanger, al sur de la ciudad de Bergen. Al principio, los ánimos no estaban muy elevados, ya que no nos había dado tiempo a desayunar, por tener que mover el coche, pero tras una parada en el Kiwi Miniprix nos hemos sentido mejor. Si la banda sonora del viaje de ayer fueron las canciones de Eurovision 2010 para ir abriendo boca, las de hoy han sido más eclécticas, con DJ Ama Rosa encargándose de la sesión musical. Nos hemos movido entre canciones de la OTI, de la banda sonora de Agujetas de Color de Rosa, de éxitos musicales de Massiel, hasta música española variada de los últimos 25 años. Un momento especialmente freak ha sido cuando tres tíos de edad considerable, iban cantando a Ana Reverte mientras conducían su coche por el fiordo de Hardanger. Pero no ha sido lo más freak, lo que parecía insuperable se ha visto superado por la irrupción de un temazo que va a dar mucho que hablar en los próximos meses, ya anticipándose a su más que segura participación en el DKSC 2011. El tema en cuestión se llama "Magia rosa" y está intepretado por Eva Santamaría. La letra de esta canción no tiene desperdicio, y no revelaré nada más porque se merece una entrada propia.
El día ha transcurrido entre paisajes noruegos, carreteras malas, malísimas y pésimas, y momentos espectaculares como cuando hemos descubierto la isla de la Calma, en el pequeño pueblecito de Oma. Me es totalmente imposible recordar el nombre de todos los pueblos que hemos visitado, las cascadas que hemos visto -aunque mención especial merece la de Stendalfjossen, donde nos hemos desbocado, tanto en la cascada como en la tienda de souvenirs. Pero no os preocupéis, que viendo las fotos podré reconstruir el viaje paso a paso. Hay documentos gráficos de absolutamente todo lo que hemos visto. Sólo puedo añadir que lo que he visto estos dos días se me ha quedado grabado en la retina para siempre.
A media tarde hemos vuelto a Bergen, y debemos haber cogido un atajo porque hemos llegado muy rápido, así que hemos aprovechado para ver las dos atracciones que nos faltaban, el Gamla Bergen, que es una reproducción de cómo era Bergen en siglos pasados, y el Floibana, que es un funicular que lleva al monte Floi, que domina la ciudad. Hemos intentado subir el coche, pero es totalmente imposible, así que hemos preferido aparcarlo y coger el funicular. Aparcar hoy ha sido un drama, pero después de muchas vueltas, la diosa fortuna se ha vuelto a aliar con nosotros, y en cuanto se ha liberado un hueco justo donde lo dejamos ayer, nos hemos lanzado como buitres a por él.
El Floibana es un funicular que salva el terrible desnivel que hay desde el centro de Bergen hasta lo alto del Floin. Es algo así como el funicular de Vallvidrera, pero más largo. Como hecho anecdótico, hemos subido en el funicular con Karlos Arguiñano y un grupo de pijos repelentes que le acompañaban. Menuda decepción cuando ves en vivo a la gente de la tele.
Una vez arriba del monte Floi, la vista sobre Bergen es sobrecogedora a la par que espectacular. Hay un mirador con unas escaleras donde estaba todo el mundo sentado, viendo el atardecer sobre la ciudad. Ha sido nuevamente un momento mágico, alli los tres, sentados tomando el sol y disfrutando de la vista y con el Arguiñano pululando a nuestro alrededor. Hago un inciso. Se supone que Bergen es la ciudad más lluviosa de Europa. Pues bien, salvo el día de la llegada, el resto han sido días auténticamente veraniegos, con un calor que rozaba lo insoportable. Cualquiera diría que esto es Noruega. También hemos aprovechado para hacernos unas fotos con un troll de madera que nos había recomendado la inefable Pili de Valencia.
Hemos estado disfrutando un rato más de la caída de la tarde y hemos cogido el funicular de vuelta a la ciudad. Esta vez hemos bajado con gente de la web Oneurope, pero hemos cogido los mejores asientos, al principio del funicular para ver bien la bajada a Bergen. Con esto hemos dado por concluido el día, ya a dormir pronto, ya que mañana nos espera un larguísimo e intensísimo día, ya que volamos a Tromso, por encima del círculo polar ártico, y tenemos que conducir hasta Alta, en la provincia de Finmark, el techo de Noruega, y más cerca del Polo Norte que de cualquier otra cosa. ¡¡¡Hasta la próxima entrega!!!
Como ya os dije, ayer alquilamos un coche. ¡Qué digo coche! ¡¡¡Una autocaravana!!! Con ella teníamos intención de surcar la zona que rodea Bergen. Así que a las 10 en punto nos plantamos en la oficina de alquiler de coches, dispuestos a empezar nuestro viaje por libre. El chico que nos atendió debería tener ascendencia sueca, porque no nos fue de mucha ayuda, cuando le preguntamos alguna duda que teníamos. Nuestra duda principal era dónde íbamos a aparcar en Bergen, con lo difícil que es, ya que estamos alejados en el centro. Finalmente decidimos que afrontaríamos el problema cuando lo encontrásemos, ya que no íbamos a empezar la casa por el tejado.
Así pues, una vez que teníamos las llaves de nuestro automóvil en la mano, lo primero que hicimos fue... irnos a ¡¡¡desayunar!!! Así que dejamos al de la oficina de alquiler de coches con un palmo de narices y nos fuimos al Deli de Luca a por nuestro copioso almuerzo. Una vez con la panza llena, volvimos a por el coche y conmigo al volante, iniciamos nuestra ruta por la provincia de Flesland y adyacentes. El primer día decidimos hacer una ruta a la búsqueda de las antiguas iglesias vikingas, o eso recomendaba la guía, así que allá que nos fuimos.
Debo incidir en que aunque todos consideremos a Noruega como un país de lo más moderno, su sistema de carreteras no es que sea malo, es malísimo, y da hasta miedo conducir por ellas. Baste decir que no hay ni una sola carretera que sea de doble carril fuera de la circunvalación de Bergen. ¡¡¡Todo lo demás es dos carriles con uno para cada sentido de la marcha!!! Y no os penséis que son carreteras secundarias, no, no. Me estoy refiriendo a la "autopista" que une Bergen con Oslo, la segunda ciudad del país con la capital. Es como si Madrid y Barcelona estuviesen unidas por una carretera comarcal. Sinceramente sorprendente. En algunos tramos de la ruta que hemos hecho era imposible que dos coches pasaran a la vez, y había que ceder el paso, al igual que la mítica Pepi de Valencia comentó del Preikestolen. Y lo peor de todo es que no sólo te cruzas con otros coches, sino también con autobuses y camiones. En fin, es digo de comentar, porque no es lo que te esperas de un país asi.
Por otro lado, la gente es bastante civilizada, pero al volante se transforman como todos los demás países en agresivos. Basta decir que el límite en las carreteras es de unos ridículos 70km/hora, teniendo que ir en algunos tramos a 50 y a veces menos si te viene un autobús de cara lanzado a toda pastilla, porque claro, nadie, y me refiero a absolutamente nadie, respeta los límites de velocidad. Es más, te achuchan y te hacen luces... Y aún estoy por descubrir la razón por la que la gente acelera en vez de reducir la velocidad cuando entran en un túnel. Imaginaos túneles larguísimos, de hasta 25 kilómetros de largo, con una pobre iluminación y un carril por sentido, muchas veces sin ninguna marca que delimite cada carril. Debo decir que en ese aspecto la experiencia ha sido poco menos que terrorífica.
No podría detallaros toda la ruta que hicimos porque durante el camino íbamos parando muchas veces, para hacer fotos, claro, seguro que nunca lo habríais adivinado, ejem ejem. El caso es que los paisajes son espectaculares, como salidos de un cuento, o de una película del Señor de los Anillos. Cualquier persona que sea aficionada a la naturaleza debe tener un orgasmo permanente en este país. Así que Sonia y Mary Joe, tenéis que animaros a venir, aunque sé que ya estáis animadas. Según todos los catálogos, la naturaleza es exhuberante, dramática, pintoresca y espectacular. Y aunque los folletos y trípticos promocionales no escatimen en epítetos superlativos, todo lo que cuentan es cierto. En estos días habré visto más cascadas que en toda mi vida, pero cada una de ellas es diferente y a la vez espectacular. No puedo describir la sensación de ver las altas montañas cubiertas de nieve derritiendose, y el agua buscando cualquier camino para llegar al fiordo. Hay que verlo.
En el camino aprovechábamos para parar cuando había alguna foto-op que se considerase interesante. Menos mal que ahora las cámaras son digitales y no se revelan todas las fotos, porque ayer y hoy las cámaras echaban humo. Básicamente el viaje de ayer se centró en cascadas e iglesias, estas últimas de todo tipo, tanto modernas, como nórdicas, como vikingas. Eso sí, sólo pudimos entrar a la de Voss, porque todas las demás están cerradas casi siempre. Otros pueblos que vimos fueron Aurland (donde aprovechamos para comer unas hamburguesas vegetales, para socializar con las dos yayas del pueblo, y para ser considerados poco menos que bichos raros por unas niñas del pueblo que no habían visto un turista desde el verano pasado), Flam (donde ya habíamos estado el día de antes con la excursión del Flamsbana), Borgund (donde está la iglesia vikinga más antigua que resiste en Noruega - aquí llegamos tarde y sólo la pudimos ver por fuera), Laerdal (donde nos cruzamos con varias excursiones de chinos, y las guías prometen un precioso pueblo antiguo nórdico con un mercado y lleno de gente, pero que cuando llegamos nosotros estaba totalmente vacío, y parecía un pueblo abandonado del Oeste americano, con sus casas de madera, su saloon... solo faltaba la bola de brezo rodando solitaria por el pueblo). En general todos los pueblos son parecidos, enclavados en un valle rodeados de montañas enormes coronadas de nieve y con varias cascadas dando vía libre a ese agua.
En ese momento ya llevábamos varias horas de ruta, pero como estábamos animados, nos atrevimos a meter el coche en un ferry y cruzar el Sognefjorden hacia Sogndal, en busca de la mítica iglesia de Urnes. A la iglesia no pudimos llegar, ya que perdimos el segundo ferry, pero aprovechamos para pasear por un solitario pueblo de pescadores a orillas del fiordo, Solvorn. Ya caía la tarde sobre el fiordo, y decidimos darnos la vuelta y volver a Bergen. El problema fue que nos habíamos emocionado muchísimo y estábamos a más de 300km de Bergen y eran casi las 22 de la noche!!! O de la tarde, que sería por estos pagos. Inasequibles al desaliento, volvímos sobre nuestros pasos, cogimos el ferry de nuevo y volvimos sobre nuestros pasos. La vuelta se nos hizo muy penosa, porque la noche llegó de verdad y las carreteras seguían siendo malísimas. Menos mal que no había casi nadie por la carretera, lo cual minimizó cualquier situación de riesgo. Especialmente penoso se nos hizo volver a cruzar el túnel de Laerdal, el de los 25km, y ni siquiera sus efectos especiales que intentan imitar que estamos cruzando un glaciar consiguieron hacerlo más llevadero. Eran las dos de la mañana cuando entrábamos en Bergen, y entonces empezaba el problema del aparcamiento. Sin embargo, la fortuna estuvo de nuestro lado, y encontramos un hueco donde dejarlo a pocos metros del hostal. Eso sí, sólo pudimos dejarlo hasta las 10 de la mañana de hoy, con lo cual nos garantizábamos que íbamos a dormir poco.
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Esta mañana nos ha costado mucho levantarnos, porque estábamos sencillamenter agotados de ayer, pero como había que mover el coche, allí estábamos los tres, a las 10 de la mañana montados en el coche, camino del fiordo de Hardanger, al sur de la ciudad de Bergen. Al principio, los ánimos no estaban muy elevados, ya que no nos había dado tiempo a desayunar, por tener que mover el coche, pero tras una parada en el Kiwi Miniprix nos hemos sentido mejor. Si la banda sonora del viaje de ayer fueron las canciones de Eurovision 2010 para ir abriendo boca, las de hoy han sido más eclécticas, con DJ Ama Rosa encargándose de la sesión musical. Nos hemos movido entre canciones de la OTI, de la banda sonora de Agujetas de Color de Rosa, de éxitos musicales de Massiel, hasta música española variada de los últimos 25 años. Un momento especialmente freak ha sido cuando tres tíos de edad considerable, iban cantando a Ana Reverte mientras conducían su coche por el fiordo de Hardanger. Pero no ha sido lo más freak, lo que parecía insuperable se ha visto superado por la irrupción de un temazo que va a dar mucho que hablar en los próximos meses, ya anticipándose a su más que segura participación en el DKSC 2011. El tema en cuestión se llama "Magia rosa" y está intepretado por Eva Santamaría. La letra de esta canción no tiene desperdicio, y no revelaré nada más porque se merece una entrada propia.
El día ha transcurrido entre paisajes noruegos, carreteras malas, malísimas y pésimas, y momentos espectaculares como cuando hemos descubierto la isla de la Calma, en el pequeño pueblecito de Oma. Me es totalmente imposible recordar el nombre de todos los pueblos que hemos visitado, las cascadas que hemos visto -aunque mención especial merece la de Stendalfjossen, donde nos hemos desbocado, tanto en la cascada como en la tienda de souvenirs. Pero no os preocupéis, que viendo las fotos podré reconstruir el viaje paso a paso. Hay documentos gráficos de absolutamente todo lo que hemos visto. Sólo puedo añadir que lo que he visto estos dos días se me ha quedado grabado en la retina para siempre.
A media tarde hemos vuelto a Bergen, y debemos haber cogido un atajo porque hemos llegado muy rápido, así que hemos aprovechado para ver las dos atracciones que nos faltaban, el Gamla Bergen, que es una reproducción de cómo era Bergen en siglos pasados, y el Floibana, que es un funicular que lleva al monte Floi, que domina la ciudad. Hemos intentado subir el coche, pero es totalmente imposible, así que hemos preferido aparcarlo y coger el funicular. Aparcar hoy ha sido un drama, pero después de muchas vueltas, la diosa fortuna se ha vuelto a aliar con nosotros, y en cuanto se ha liberado un hueco justo donde lo dejamos ayer, nos hemos lanzado como buitres a por él.
El Floibana es un funicular que salva el terrible desnivel que hay desde el centro de Bergen hasta lo alto del Floin. Es algo así como el funicular de Vallvidrera, pero más largo. Como hecho anecdótico, hemos subido en el funicular con Karlos Arguiñano y un grupo de pijos repelentes que le acompañaban. Menuda decepción cuando ves en vivo a la gente de la tele.
Una vez arriba del monte Floi, la vista sobre Bergen es sobrecogedora a la par que espectacular. Hay un mirador con unas escaleras donde estaba todo el mundo sentado, viendo el atardecer sobre la ciudad. Ha sido nuevamente un momento mágico, alli los tres, sentados tomando el sol y disfrutando de la vista y con el Arguiñano pululando a nuestro alrededor. Hago un inciso. Se supone que Bergen es la ciudad más lluviosa de Europa. Pues bien, salvo el día de la llegada, el resto han sido días auténticamente veraniegos, con un calor que rozaba lo insoportable. Cualquiera diría que esto es Noruega. También hemos aprovechado para hacernos unas fotos con un troll de madera que nos había recomendado la inefable Pili de Valencia.
Hemos estado disfrutando un rato más de la caída de la tarde y hemos cogido el funicular de vuelta a la ciudad. Esta vez hemos bajado con gente de la web Oneurope, pero hemos cogido los mejores asientos, al principio del funicular para ver bien la bajada a Bergen. Con esto hemos dado por concluido el día, ya a dormir pronto, ya que mañana nos espera un larguísimo e intensísimo día, ya que volamos a Tromso, por encima del círculo polar ártico, y tenemos que conducir hasta Alta, en la provincia de Finmark, el techo de Noruega, y más cerca del Polo Norte que de cualquier otra cosa. ¡¡¡Hasta la próxima entrega!!!
martes, 18 de mayo de 2010
El fiordo de los sueños
Navegando por el fiordo de los sueños
Hoy ha sido un día agotador. Nuevamente teníamos contratada una excursión, así que nos hemos levantado al alba. Es un decir, porque aquí el alba es a partir de las tres de la mañana... Hoy no hemos podido disimular que estábamos dormidos hasta que se fuese el siniestro, ya que a las 8.40 comenzaba la excursión y aquí son extremadamente puntuales. Eso sí, conforme salíamos por la puerta, nos hemos despedido amablemente y no sin un toque de ironía. Lo hemos dejado haciéndose la maleta cuando hemos cerrado por la puerta confiados en que no lo volveremos a ver y en que la cama se quede vacía esta noche o al menos venga alguien interesante.
Como un viaje de este tiop es propenso a las casualidades, justo al coger el ascensor nos hemos encontrado con una persona conocida... la loca de Israel, que parece tener el don de la ubicuidad, ya que parece estar en todos los saraos. Al principio ha intentado acoplarse a nosotros, pero hemos conseguido esquivarlo.
La excursión ha comenzado puntual a las 8.40, hora en que hemos embarcado en un tren con destino a la pequeña población de Myrdal, en la provincia de Sogn og Fjordane, hacia el interior de Bergen. El tren iba cargado con turistas, de hecho la información se facilitaba tanto en inglés como en noruego, pero dudo que alguien hiciera caso a esto último. El tren que hemos cogido hacía infinidad de paradas por unos valles verdes y en ciertas partes aún nevados.
Una vez llegados a la estación de Myrdal, teníamos que cambiar de tren, y subir al Tren de Flam, o Flamsbana. Este es un tren principalmente turístico que representa una impresionante obra de ingeniería, ya que desciende un pronunciado desnivel desde Myrdal a Flam en apenas veinte kilómetros. Los paisajes, tal y como los describe la guía, y certificamos que así es, son dramáticos y pintorescos. Yo añado que eran abruptos y espectaculares, ofreciendo una traducción correcta para dramatic. El tren hace su recorrido entre agrestes montañas, surcadas de cataratas formadas por todo el agua del deshielo que busca su salida. En medio del camino el tren hace una parada cerca de una cascada de nombre tan impronunciable como el volcán islandés. Nada más parar el tren, una marabunta de turistas japoneses ávidos de la foto con la cascada se han lanzado sobre el mirador. Pero hemos sido más rápidos y hemos podido hacer nuestras fotos sin mayores problemas.
Después de una hora de viaje hemos llegado al pueblecillo de Flam, el cual no es más que tres o cuatro casas situadas en el fondo de un valle formado por impresionantes montañas, y ahora en el deshielo, cascadas de agua. En este pueblo, aparte de ver un museo dedicado al Flamsbana, hemos hecho nuestras primeras comprillas en Noruega. Nada importante, pero algún capricho que otro. Lo hemos podido financiar gracias a que la chica que nos ha servido los cafés tenía un día tonto, y nos ha cobrado menos de la mitad de lo que valen. Claro que no se nos ha ocurrido protestar.
Hemos tenido unas tres horas libres para ir arriba y abajo por el villorrio de Flam, intentando evitar las tentaciones de las cuatro tiendas (literalmente cuatro) que hay allí. Luego nos hemos sentado a tomar el sol, mientras venía nuestro ferry que nos llevaría de vuelta a Bergen. Sí, habéis leído bien, el sol. Porque menuda solana ha caído hoy. Otra vez estamos los tres colorados del sol. Y es que aparte de ropa de abrigo, falta nos hubiera hecho la crema protectora del sol. No es que no haga frío, en cuanto se va el sol o sopla el viento, mejor ir resguardado, pero si estás a pleno sol, pica. Y esto es lo que nos ha pasado hoy.
A las 15.30 hemos embarcado en el ferry y hemos puesto rumbo a Bergen. Teníamos por delante unas cinco horas de travesía por el Fiordo de los Sueños y por la costa oeste de Bergen. El ferry era de estos que en vez de tener varias cubiertas para que la gente haga fotos, es todo cubierto y tiene una pequeñita cubierta en la parte de atrás. Huelga decir que la mayoría de viajeros turistas nos hemos apelotonado en la parte de atrás, con la sana intención de navegar por el fiordo disfrutando del paísaje. Es más, había la típica pareja pija que todo lo sabe y en seguida se han encargado de agenciarse el mejor sitio en la cubierta. O eso pensaban ellos, porque en cuanto el ferry ha arrancado motores, una nube de humo tóxico ha ido directita hacia donde estaba esta pareja, Por un momento se han convertido en dos salmones ahumados tan típicos del país que nos acoge. Han resistido estoicamente la humareda, pero creo que hoy han acortado su esperanza de vida en al menos cinco años.
Nada más arrancar el ferry todo el mundo se ha lanzado en una loca carrera por ver quién era el que más fotos le sacaba al fiordo, claro que, la lógica y la realidad se han acabado imponiendo, y la gente ha ido desertando de la cubierta al verla velocidad que alcanzaba el ferry, que, dicho sea, era un express. En resumen, no había quién estuviese en la cubierta por el viento y el frio, salvo aquellos que resistían para hacer fotos. Entre ellos, había una señora de aspecto frágil, que parecía Miss Marple, y que en seguida ha entablado conversación con nosotros -claro que ya la conocíamos antes, ya que durante el trayecto en el Flamsbanna ha confundido a Esteban con uno de los que trabaja en el tren, porque su chaqueta lleva la palabra "crew" escrita detrás. La mujer nos lo ha contado absolutamente todo. Carles y Esteban han tenido que aguantarla estoicamente. Yo la he fulminado con la mirada la primera vez que me ha cogido por banda para contarme una tontería. Ya no me ha vuelto a hablar en todo el viaje, jaja, y ya es un logro, ya que esta mujer ha acabado hablando con todo el pasaje -tenía más de cinco horas para conocerlos a todos. En resumidas cuentas, esta mujer era lituana, tendría unos 70 años, y llevaba viajando por Escandinavia unas tres semanas. Nosotros creemos que se ha enamorado de Esteban, y por supuesto ya la hemos nombrado como su novia oficial del viaje. Hay pruebas gráficas de ello, ya os las pasaremos. Si la mítica Pepi de Valencia tuvo un austríaco, nosotros tenemos una lituana.
El resto del viaje ha transcurrido sin muchas incidencias. Como es un ferry turístico el capitán a veces aminoraba la marcha para que los viajeros pudieran sacar las fotos de rigor a los puntos más interesantes del recorrido -una cascada enorme, una estatua de un rey vikingo en la lontananza... El guión era siempre el mismo, el ferry iba a toda pastilla, de repente aminoraba la marcha, y entonces la gente salía en una estampida hacia la cubierta porque sabían que se aproximaba una foto-op. El resto del viaje ha transcurrido sin incidentes, salvo cuando hemos tenido que dar la vuelta en un pueblo, ya que había dos personas que no se habían enterado de qué parada era, y no habían bajado. Cuando el ferry ya se había alejado unos metros, ha tenido que dar la vuelta para dejar a los polizones. Aquí se ha producido un momento muy divertido, porque cuando se han dado cuenta de que el ferry tenía que dar la vuelta, ha hecho sonar la sirena, y dos japonesas que habían venido con nosotros pero que se habían bajado en el pueblo se han sentido aludidas y han empezado a pavonearse, a contonearse y a saludar, como si el barco les estuviera silbando cual obrero ante tía buena. A todo esto, Carles parece que sea del teléfono de la esperanza, porque atrae las conversaciones de completos desconocidos. Estoy seguro de que es su sonrisa lo que hace a los extraños hablar.
Hemos llegado a las 20.40 a Bergen, cuando ya estaba todo el mundo hasta el pirri de ver fiordos, casas casi encima del agua, cascadas, barcos, vegetación... En cuanto el ferry ha divisado el puerto de Stavanger, todo el mundo se ha lanzado como loco a la salida.
Esta noche hemos dado un avuelta por Bergen. Sigue anocheciendo tardísimo, pero al ser martes, y resaca del día nacional, no había mucho que hacer, así que tras el encontronazo de rigor con la loca israelí, hemos tocado diana de retiro. Mañana tenemos un coche alquilado para ir por las cercanías de Bergen a ver qué hay para ver.
lunes, 17 de mayo de 2010
Fiesta nacional - parte 2
Estamos de nuevo en el hostal. Nuestro amigo el siniestro no ha vuelto todavía y no sabemos si es peor que venga ahora y nos empiece a hablar o que llegue cuando estemos durmiendo y nos despierte. Porque no veas el escándalo que monta.cada vez que pulula por la habitación. Esta tarde nos ha dado su nombre en facebook para que lo agreguemos... ¡pues va a ser que no!
Hoy cuando hemos salido por la tarde el tiempo era espectacular, una solana que no veas. Cualquiera diría que hace menos de 24 horas estábamos muertos de frío caminando por la calle. Hemos aprovechado para completar lo poco que nos quedaba por ver de Bergen y para mezclarnos con los berguenienses que todavía surcaban la ciudad a esas horas de la tarde. Caminando, caminando, mientras hablábamos de gente a la que nos veremos la semana que viene en Oslo, hemos llegado a la punta oeste de la ciudad, donde hemos encontrado un rinconcillo escondido que se abría abruptamente al océano. Un momento mágico.
Seguidamente nos hemos dirigido a la Festplassen para ver los últimos actos de las festividades del día nacional. Debe ser un día muy importante para ellos, porque eran más de las once y estaba todo lleno de gente, mayores y niños, que para ellos debe ser tardísimo. Pero ahí estaban. Hemos visto pasar de lejos una procesión de antorchas y después de un rato de espera, el castillo de fuegos artificiales. Para ser en Noruega, el castillo ha estado apañado. Si lo hubiesen echado por Fogueres hubiese sido penoso. Pero hay que adaptarse al medio y ha sido una bonita manera de poner fin al día nacional.
Mañana tenemos una excursión por el fiordo de los sueños. Nuevamente hay que madrugar, pero seguro que merece la pena. Mañana os relataré todo lo acontecido.
Hoy cuando hemos salido por la tarde el tiempo era espectacular, una solana que no veas. Cualquiera diría que hace menos de 24 horas estábamos muertos de frío caminando por la calle. Hemos aprovechado para completar lo poco que nos quedaba por ver de Bergen y para mezclarnos con los berguenienses que todavía surcaban la ciudad a esas horas de la tarde. Caminando, caminando, mientras hablábamos de gente a la que nos veremos la semana que viene en Oslo, hemos llegado a la punta oeste de la ciudad, donde hemos encontrado un rinconcillo escondido que se abría abruptamente al océano. Un momento mágico.
Seguidamente nos hemos dirigido a la Festplassen para ver los últimos actos de las festividades del día nacional. Debe ser un día muy importante para ellos, porque eran más de las once y estaba todo lleno de gente, mayores y niños, que para ellos debe ser tardísimo. Pero ahí estaban. Hemos visto pasar de lejos una procesión de antorchas y después de un rato de espera, el castillo de fuegos artificiales. Para ser en Noruega, el castillo ha estado apañado. Si lo hubiesen echado por Fogueres hubiese sido penoso. Pero hay que adaptarse al medio y ha sido una bonita manera de poner fin al día nacional.
Mañana tenemos una excursión por el fiordo de los sueños. Nuevamente hay que madrugar, pero seguro que merece la pena. Mañana os relataré todo lo acontecido.
Fiesta nacional - parte 1
Hurrah for 17. mei
Hoy es 17 de mayo y es el día de la fiesta nacional de Noruega. Se nota que es un día especial, sobre todo en la manera en que viste la gente. Muchísimas mujeres van vestidas con el traje típico; algunos hombres también. El resto va vestido de gala, y todos los hombres se han puesto camisa y corbata. Hasta el siniestro con el que compartimos habitación se ha puesto camisa y corbata, eso sí, negras, y no se ha quitado el collar de pinchos.
Nosotros hemos querido sumarnos a las festividades. A primera hora de la mañana había una salva de cañonazod para anunciar la llegada de un día tan importante. Este evento nos lo hemos perdido, pero al menos yo lo he escuchado, porque nuestro hostal está en primera línea de fuego de los cañones. Pero no os vayáis a creer, tampoco hacían mucho ruido, que aquí el silencio se valora mucho.
Hoy ha sido el primer día que no hemos tenido un desayuno copioso servido por la prima de Hera Björk, así que nos hemos tenido que conformar con algo rápido del 7eleven. Luego hemos ido a coger sitio para ver el desfile. Como la cantidad de gente que había en la calle iba aumentando por momentos hasta niveles de avalancha, no hemos podido coger más que unb discreto sitio en tercera fila, justo al lado de la central de los bomberos. El desfile es justo como habíamos visto alguna vez por la tele. Miles y miles de banderas jalonando a la gente que desfila, en su mayoría vestidos con el traje típico. No me ha quedado clara la estructura del desfile, si es que la había, porque se entremezclaban bomberos, estudiantes, veteranos de guerra, niños de escuela, y gente varia que no sé muy bien quiénes eran.
El desfile ha durado poco más de una hora, y justo después la gente ha salido en plan marabunta hacia los autobuses que los llevarían a su destino. Cabe decir que todo el centro de Bergen estaba hoy cortado al tráfico rodado, así que es más que posible que esos autobuses fueran la única salvación para cientos de personas que estaban aburridas del día nacional.
Como el día era bueno, pero al menos no llovía, hemos aprovechado para visitar todas las partes de Bergen que o bien no habíamos podido ver, o las vimos bajo aquella incesante lluvia de ayer que todo deslucía, Me ha gustado mucho la parte de Bryggen, que es un pueblecito construido a base de casitas de madera, de una antigüedad más que considerable y que es Patrimonio de la Humanidad, según la UNESCO.
Como nuestra intención era de disfrutar del día, lo más parecido a los locales -nuestro nuevo lema es "Somos noruegos, somos noruegos"- Esteban y yo nos hemos comprado una escarapela cada uno de un puesto de chinos. Como la hemos comprado baratera, no tenía imoperdible para colgárnosla, así que hemos tenido que apañarnos con un pequeño alfiler que venía incluido. De esta guisa hemos aprovechado para seguir las indicaciones de la mítica Pepi de Valencia y comer un bocadillo de gambas hervidas en el mercado de pescadores. Según las palabras de Pepi, a su marido no le gustan las gambas, y sin embargo comió a mandíbula batiente. La realidad, creo yo, es que como el bocadillo de gambas no sabía a nada, se las pudo comer a gusto. Hoy de postre no ha habido mi habitual ración de plátano, ya que me he zampado una regaliz gigante, que también es muy típico por lo que parece.
En vez de hacer siesta, y como no parece que hayan cafeterías normales para descansar un rato, hemos seguido haciendo turismo, por las iglesias y diferentes edificios reseñables de Bergen. Es curioso porque al menos las dos ciudades noruegas que he visto parecen estar diseñadas de forma idéntica. Eso se llama planificación urbanística. También hemos aprovechado para hacer un poco de turismo eurovisivo, y hemos visitado el Grieghallen, donde se celebró el festival de 1986. Hemos intentado entrar para hacer unas fotos, pero un guarda con cara de pocos amigos nos ha hecho desistir, así que tranquilamente hemos vuelto al hostal a descansar un rato, ya que esta noche hay actividades por esto de la fiesta nacional que queremos ir a ver.
A la vuelta al hostal hemos comprobado que nuestro amigo el siniestro sigue con nosotros una noche más. Asimismo hemos comprobado que sigue igual de raro que siempre, o más, y justo mientras escribo estas líneas está haciendo y deshaciendo, tirando cosas y armando ruido, todo eso para vestirse de siniestro con un sombrero de copa a juego e irse a una fiesta... Pensábamos que estaba recogiendo sus cosas para irse, pero todavia no.
domingo, 16 de mayo de 2010
Fra Stavenger til Bergen
Comenzamos el día a las 9. Aunque hemos dormido más de ocho horas, nos cuesta levantarnos. La subida al Preikestolen sigue pasando factura a los tres expedicionarios. Nada más descorrer la persiana vemos que hoy el tiempo no nos acompaña. Por primera vez desde que pusimos un pie en Noruega, está lloviendo. De hecho, ayer me hubiese hecho más falta crema solar que otra cosa, porque el sol me dio de lleno y voy un poco colorado. Quién lo iba a decir de Noruega.
Bajamos al desayuno más movidos por el hambre que por otra cosa. Nuevamente vemos a la prima de Hera Björk sirviendo los cafés. Nuevamente decidimos hacernos unos sandwiches de pavo estilo "yo mango" porque el viaje a Bergen es largo y no sabemos lo que nos vamos a encontrar aunque lo intuimos.
Tras un copioso desayuno, cogemos nuestras maletas y bajamos a recepción a hacer el check out. Este hotel nos ha salido muy bien de precio. Si alguna vez Stavanger organiza el festival ya sé dónde nos vamos a alojar. Carles aprovecha el momento del check-out para demostrar sus dotes de inglés, pero no es necesario, ya que el hombre de recepción se llama Vicente y habla perfectamente español.
Nos aventuramos bajo la lluvia camino del puerto de Stavanger. Nada más salir nos damos cuenta de que nos hemos olvidado preguntarle a Vicente dónde se coge el ferry a Bergen. Tenemos una ligera idea, pero la información que aparece en una guía que cogimos en el hotel y la que aparece en los paneles informativos de Stavanger no coincide. Decidimos seguir la información de la guía del hotel y acertamos. Desde lo lejos divisamos el pequeño ferry que nos llevará a Bergen.
Queremos aprovechar para visitar el mercado de pescadores de Stavanger, pero a pesar de que seguimos las indicaciones, no vemos nada. Cabe decir que es domingo por la mañana y no hay un solo alma por la calle. Al final encontramos a una mujer que nos dice, no muy convencida, que el mercado está cerrado hoy. Así que decidimos volver a hacer cola para subir al ferry, aunque queda todavía media hora para zarpar. Aprovecho la espera para comprar dos bananas, que se supone que eran a diez coronas, pero la tipa me cobra catorce. Como no tengo ganas de discutir y sí de soltar calderilla, le doy las monedas y vuelvo feliz con mis bananas a la cola del ferry.
El ferry parece un avión, con filas de cómodos asientos dispuestas en varias formaciones. Es curioso porque en algunas partes del barco hay zonas un poco más ocultas para familias con niños, que se presupone más escandalosos y en este país valoran mucho el silencio. Nada más entrar dejamos las maletas en una especie de estanterías y subimos al piso superior. No nos preocupamos mucho por ellas, ya que estamos en Noruega y la gente es súper confiada.
Dentro del barco tenemos wifi (aunque a mí no me conecta), así que aprovechamos que a Esteban sí le funciona para pasar las cuatro horas del viaje escuchando música en youtube. El resto de viajeros, que no son muchos deben flipar con las canciones que se escuchan.
El barco va haciendo paradas en varias poblaciones de camino a Bergen. La gente aprovecha para sacar fotos a los espectaculares paisajes que vamos atravesando, sobre todo Esteban y una china que nos viene siguiendo desde que subíamos al Preikestolen. En algunos momentos, el barco se mueve mucho, demasiado quizá para mi gusto, pero lo llevamos lo mejor posible, escuchando música eurovisiva y a veces nos viene el sonido de una película de “Alvin y las ardillas” en noruego que unos niños están viendo al lado nuestro. También hemos vivido un momento curioso cuando un miembro de la tripulación se nos ha acercado con una grabadora como la que llevábamos en Estocolmo para preguntarnos nuestro nombre y hacia dónde nos dirigíamos. He sentido la tentación de decir “Daniel Diges going to Bergen”, pero he optado por decir la verdad.
Hemos aprovechado para comer nuestros sandwiches de pavo “yo mango”, mientras el ferry sigue surcando el mar atlántico con destino Bergen. De momento acabo mi relato, aquí sentado en la cubierta superior del ferry. Espero poder continuarlo después y publicarlo lo antes posible.
Retomo la narración cuando son las once y media de la noche y diluvia sobre Bergen. Desde nuestra llegada a la ciudad, no ha dejado de caer esa lluvia fria e incesante que te pone de mal humor. Sin embargo, inasequibles al desaliento, hemos ido raudos y prestos a buscar nuestro hotel, del cual no recordábamos ni el nombre. El hotel está muy céntrico, en pleno Torget, pero no es como el de Stavanger.
La entrada está un poco escondida, y el ascensor es de 1934. Como es un hostal, no habíamos podido coger una habitación para los tres, sino que tuvimos que coger una de cuatro. Con nuestro habitual optimismo, pensamos que no habría nadie en la habitación, pero al abrir nos encontramos… con un siniestro!!! Un tipo rarísimo, de greñas y camiseta de Kiss nos acompañará estos días en Bergen. Hubiese pagado por vernos las caras en el momento de abrir la puerta. Nos hemos quedado de piedra roseta, pero en 25.674 idiomas por lo menos. Eso sí, una vez superada la impresión inicial, el tío es muy majo, pero al principio…
Tras dejar las cosas y dejar al siniestro cenando algo rarísimo, nos hemos ido a dar una vuelta por Bergen. La incesante lluvia nos calaba mientras buscábamos un sports bar para intentar ver el partido del Barça. La empresa era difícil, puesto que hoy jugaba el equipo local, el Brann, y se ve que aquí sufren como en España con la tv digital, ya que los bares estaban llenos.
Tras dar varias vueltas y encontrarnos con una muchacha que regalaba coca cola gratis, hemos encontrado un bar con muchas pantallas, y nos han puesto una con el Barça-Valladolid. Luego se ha animado más gente a ver el partido. Eso sí, hemos pagado con creces la estancia, porque dos cervezas y una copa de vino tinto = 24 euros. En el bar se nos han sentado unos borrachos al lado que han entablado una conversación absurda. En cuanto ha acabado el partido, hemos salido con brío, porque la conversación entre borrachos y turistas estaba degenerando.
También hemos aprovechado la jornada lluviosa para acercarnos a la agencia de turismo a ver las excursiones que podíamos hacer. De momento ya hemos comprado la del Fiordo de los Sueños y la del tren de Flam. Esto lo haremos el martes. Nos ha atendido una jovencita muy simpática a la que hemos avasallado a preguntas sobre cosas a hacer y ver.
Como no dejaba de llover, y estábamos calados hasta los huesos, hemos decidido volver al hostal a tomar una ducha caliente y prepararnos para mañana, que es el día de la fiesta nacional noruega, y parece ser que aquí la gente se vuelve loca con eso.
Ahora estoy en la cama escribiendo esta entrada en el blog. El siniestro se ha ido a un concierto de heavy metal al aire libre (con la noche que hace). Hoy no nos ha funcionado internet, así que la grabo en un archivo de texto y la colgaré lo antes posible. Ahora me voy a dormir que mañana nos espera un intenso día festivo.
Bajamos al desayuno más movidos por el hambre que por otra cosa. Nuevamente vemos a la prima de Hera Björk sirviendo los cafés. Nuevamente decidimos hacernos unos sandwiches de pavo estilo "yo mango" porque el viaje a Bergen es largo y no sabemos lo que nos vamos a encontrar aunque lo intuimos.
Tras un copioso desayuno, cogemos nuestras maletas y bajamos a recepción a hacer el check out. Este hotel nos ha salido muy bien de precio. Si alguna vez Stavanger organiza el festival ya sé dónde nos vamos a alojar. Carles aprovecha el momento del check-out para demostrar sus dotes de inglés, pero no es necesario, ya que el hombre de recepción se llama Vicente y habla perfectamente español.
Nos aventuramos bajo la lluvia camino del puerto de Stavanger. Nada más salir nos damos cuenta de que nos hemos olvidado preguntarle a Vicente dónde se coge el ferry a Bergen. Tenemos una ligera idea, pero la información que aparece en una guía que cogimos en el hotel y la que aparece en los paneles informativos de Stavanger no coincide. Decidimos seguir la información de la guía del hotel y acertamos. Desde lo lejos divisamos el pequeño ferry que nos llevará a Bergen.
Queremos aprovechar para visitar el mercado de pescadores de Stavanger, pero a pesar de que seguimos las indicaciones, no vemos nada. Cabe decir que es domingo por la mañana y no hay un solo alma por la calle. Al final encontramos a una mujer que nos dice, no muy convencida, que el mercado está cerrado hoy. Así que decidimos volver a hacer cola para subir al ferry, aunque queda todavía media hora para zarpar. Aprovecho la espera para comprar dos bananas, que se supone que eran a diez coronas, pero la tipa me cobra catorce. Como no tengo ganas de discutir y sí de soltar calderilla, le doy las monedas y vuelvo feliz con mis bananas a la cola del ferry.
El ferry parece un avión, con filas de cómodos asientos dispuestas en varias formaciones. Es curioso porque en algunas partes del barco hay zonas un poco más ocultas para familias con niños, que se presupone más escandalosos y en este país valoran mucho el silencio. Nada más entrar dejamos las maletas en una especie de estanterías y subimos al piso superior. No nos preocupamos mucho por ellas, ya que estamos en Noruega y la gente es súper confiada.
Dentro del barco tenemos wifi (aunque a mí no me conecta), así que aprovechamos que a Esteban sí le funciona para pasar las cuatro horas del viaje escuchando música en youtube. El resto de viajeros, que no son muchos deben flipar con las canciones que se escuchan.
El barco va haciendo paradas en varias poblaciones de camino a Bergen. La gente aprovecha para sacar fotos a los espectaculares paisajes que vamos atravesando, sobre todo Esteban y una china que nos viene siguiendo desde que subíamos al Preikestolen. En algunos momentos, el barco se mueve mucho, demasiado quizá para mi gusto, pero lo llevamos lo mejor posible, escuchando música eurovisiva y a veces nos viene el sonido de una película de “Alvin y las ardillas” en noruego que unos niños están viendo al lado nuestro. También hemos vivido un momento curioso cuando un miembro de la tripulación se nos ha acercado con una grabadora como la que llevábamos en Estocolmo para preguntarnos nuestro nombre y hacia dónde nos dirigíamos. He sentido la tentación de decir “Daniel Diges going to Bergen”, pero he optado por decir la verdad.
Hemos aprovechado para comer nuestros sandwiches de pavo “yo mango”, mientras el ferry sigue surcando el mar atlántico con destino Bergen. De momento acabo mi relato, aquí sentado en la cubierta superior del ferry. Espero poder continuarlo después y publicarlo lo antes posible.
Retomo la narración cuando son las once y media de la noche y diluvia sobre Bergen. Desde nuestra llegada a la ciudad, no ha dejado de caer esa lluvia fria e incesante que te pone de mal humor. Sin embargo, inasequibles al desaliento, hemos ido raudos y prestos a buscar nuestro hotel, del cual no recordábamos ni el nombre. El hotel está muy céntrico, en pleno Torget, pero no es como el de Stavanger.
La entrada está un poco escondida, y el ascensor es de 1934. Como es un hostal, no habíamos podido coger una habitación para los tres, sino que tuvimos que coger una de cuatro. Con nuestro habitual optimismo, pensamos que no habría nadie en la habitación, pero al abrir nos encontramos… con un siniestro!!! Un tipo rarísimo, de greñas y camiseta de Kiss nos acompañará estos días en Bergen. Hubiese pagado por vernos las caras en el momento de abrir la puerta. Nos hemos quedado de piedra roseta, pero en 25.674 idiomas por lo menos. Eso sí, una vez superada la impresión inicial, el tío es muy majo, pero al principio…
Tras dejar las cosas y dejar al siniestro cenando algo rarísimo, nos hemos ido a dar una vuelta por Bergen. La incesante lluvia nos calaba mientras buscábamos un sports bar para intentar ver el partido del Barça. La empresa era difícil, puesto que hoy jugaba el equipo local, el Brann, y se ve que aquí sufren como en España con la tv digital, ya que los bares estaban llenos.
Tras dar varias vueltas y encontrarnos con una muchacha que regalaba coca cola gratis, hemos encontrado un bar con muchas pantallas, y nos han puesto una con el Barça-Valladolid. Luego se ha animado más gente a ver el partido. Eso sí, hemos pagado con creces la estancia, porque dos cervezas y una copa de vino tinto = 24 euros. En el bar se nos han sentado unos borrachos al lado que han entablado una conversación absurda. En cuanto ha acabado el partido, hemos salido con brío, porque la conversación entre borrachos y turistas estaba degenerando.
También hemos aprovechado la jornada lluviosa para acercarnos a la agencia de turismo a ver las excursiones que podíamos hacer. De momento ya hemos comprado la del Fiordo de los Sueños y la del tren de Flam. Esto lo haremos el martes. Nos ha atendido una jovencita muy simpática a la que hemos avasallado a preguntas sobre cosas a hacer y ver.
Como no dejaba de llover, y estábamos calados hasta los huesos, hemos decidido volver al hostal a tomar una ducha caliente y prepararnos para mañana, que es el día de la fiesta nacional noruega, y parece ser que aquí la gente se vuelve loca con eso.
Ahora estoy en la cama escribiendo esta entrada en el blog. El siniestro se ha ido a un concierto de heavy metal al aire libre (con la noche que hace). Hoy no nos ha funcionado internet, así que la grabo en un archivo de texto y la colgaré lo antes posible. Ahora me voy a dormir que mañana nos espera un intenso día festivo.
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