lunes, 24 de mayo de 2010

Compás de espera

Los dos últimos días han sido, con diferencia, los peores desde que inicié el viaje el pasado 14 de mayo. Cuando nos acostamos anoche, el resto te integrantes de la expedición barcelonesa-vasca todavía no había llegado. Imaginé que nos enteraríamos cuando lo hiciesen, ya que por muy cuidadoso que quieras ser, cuando tienes que mover maletas y hacer camas, tienes que hacer ruido. Pero no me enteré de nada. Una de las veces que me he despertado esta noche he visto que ya estaban en sus camas. Cada vez duermo más profundamente. Se nota que ya llevo más de diez días dando vueltas por Noruega.

El día ha comenzado perezoso, ya que nos ha costado arrancar. Luego nos hemos ido a por el desayuno, pero yo, que estoy ya acostumbrado a los horarios noruegos, he aprovechado para comer. Luego el grupo se ha separado, los que no tenían acreditación (yo) se han ido a ver Oslo. Los que sí tenían (todos los demás) se han ido a ver el ensayo de prensa de la 1a semifinal. Es decir, que he tenido mis primeras horas solo en todo el viaje y he aprovechado para ver la ciudad. Cabe decir que la ciudad no es que sea pequeña, tampoco es muy grande, pero todo lo que hay que ver está bastante concentrado. Así que casi sin darme cuenta, me he visto toda la ciudad. Incluso he llegado al parque Vigeland, que según las guías está en las afueras de Oslo.

Mi primera impresión de la ciudad anoche no fue muy buena, quizá por la noche, quizá porque es una gran ciudad, pero fue la primera vez en todo el viaje que sentí que estábamos pasando por una zona kinki y quizá no muy recomendable. Esta vez estamos en un hostal, hasta el viernes. Es bastante correcto para el precio que tiene (incluso creo que se han equivocado y nos han cobrado de menos), y es muy céntrico, lo cual es de agradecer. Tenemos una habitación de ocho para los séis, con lo que el exceso de espacio se nota y se agradece.

Durante mi paseo por Oslo, me ha dado la impresión de que la ciudad es muy centroeuropea, al menos en su estilo arquitectónico, aunque no tiene nada que digas "wow". Lo que más me ha gustado ha sido el parque Vigeland, que es un enorme oasis verde, con unas estatuas muy curiosas del escultor Vigeland. Como hoy era fiesta en Noruega también (esta vez Pentecostés), había mucha gente en el parque pasando el día. Incluso había gente que había hecho barbacoas. Claro que donde habían puesto la bandejita con los carbones para hacer fuego se han cargado el césped del parque. Para que luego digan de los españoles.

Luego he seguido paseando por la ciudad, y lo único reseñable es que he visto por primera vez un coche eléctrico enchufado en una especie de cargador gigante. Supongo que poco a poco será una imagen más común en las ciudades españolas, pero de momento a mí me ha chocado.

La tarde la he perdido asistiendo a un evento eurovisivo, donde Daniel Diges ha interpretado su canción un par de veces en el Eurovillage. Esta tarde el tiempo en Oslo ha cambiado, y de tener un sol de justicia por la mañana, se ha pasado toda la tarde lloviendo, y aún sigue. La previsión del tiempo no es muy halagüeña para los próximos días. Entre la lluvia, y el triste espectáculo que, a mis ojos, protagonizan algunos fans año tras año, lanzándose a degüello por una foto con el cantante de turno, me han acabado de dar la tarde. Cada vez me gusta menos el ambiente que se respira por los entresijos de Eurovisión. Estoy seguro de que es el momento de tomarme otra pausa en esto de asistir a festivales. Desde casa es como mejor se ve.

Hoy no he ido al Euroclub, porque no me encontraba muy motivado. A pesar de que puedo entrar con mi carnet, prefería hacer otra cosa. Pensaba que iba a ser al revés, que cuando llegasen los días centrales del festival estaría de subidón, pero más bien ha sido al revés. Ha sido llegar a Oslo, y empezar a aburrirme a niveles estratosféricos. Como véis, a partir de ahora, pocas cosas voy a tener que contaros en el blog, por eso que durante los días que quedan no lo iré actualizando como hasta ahora. Cuando pueda, os contaré alguna cosilla, pero básicamente, todo lo reseñable ya está hecho.

Mañana es la primera semi, y por fin iré al pabellón. El miércoles llegan Jose Ramón y Drago, y el jueves llega el Wau. Supongo que a partir de ese momento ya me dedicaré al ciento por ciento al festival. Pero no os preocupéis que si hay algo que contar, aquí estará publicado.

Gracias por haber leído el blog estos días, y nos vemos pronto en directo, donde os podré contar todo lo que no ha podido ser escrito, jajajaja. No cierro el blog, no os vayáis a pensar, pero tampoco hay mucho que contar a partir de ahora. No obstante, no dejéis de leerlo, que tengo que aumentar el número de visitas, jajaja.

domingo, 23 de mayo de 2010

Ruta hacia el sur

Hoy es domingo 23 de mayo y acabamos nuestra excursión por la Laponia noruega. Hoy tenemos previsto coger un vuelo a Oslo para volver donde iniciamos toda esta aventura, y empezar a compaginar las visitas a la capital con la semana eurovisiva.
Nos levantamos tarde, y casi nos quedamos sin desayuno, ya que Linne, la encargada del hotel quería retirarlo todo a su hora. Pero la hemos convencido y nos ha dejado quince minutos para comer algo.

Luego hemos recogido las maletas y nos hemos dispuesto a hacer el check-out. Linne se ha sorprendido de que nos fuéramos hoy (¿es que no había visto la reserva?). He tenido algún problemilla para pagar con mi tarjeta, ya que no la reconocía. ¡Qué manía con que en Noruega todo son tarjetas de chip! Si tienes un hotel, lo lógico es que te vengan turistas, y muchos no son de Noruega, con lo cual, mejor que te agencies una máquina que acepte todo tipo de tarjetas.

Tras unos instantes de confusión, ha venido alguien y ha abierto el aeropuerto. Ahora estamos aquí sentados, como si el aeropuerto fuera nuestra casa, porque no hay absolutamente nadie, ni siquiera vigilantes. Por no haber, no hay nadie en la caseta del alquiler de coches, así que de haberlo sabido, podíamos haberlo tenido más. Nos han dicho que no abren las casetas hasta que llegue el primer vuelo, y eso no es hasta las dos y media de la tarde. Yo he aprovechado para pesar mi maleta en la cinta. De momento sólo pesa 13,8 kilos, y aún tengo margen para traer alguna cosa más.

Aún no sabemos lo que vamos a hacer, porque tenemos cinco horas por delante hasta que salga el vuelo. En el aeropuerto no hay nada, de hecho estamos sentados al lado de la cinta de recogida de equipajes, que está en la misma sala de facturación...

*** Escrito después de embarcar

Al final el día ha acabado resultando un agobio. Hemos podido facturar a primera hora, nos han dado los mismos asientos que cuando fuimos de Bergen a Tromso. Luego hemos dejado las maletas en consigna y hemos dado una vuelta por los alrededores. El aeropuerto se encuentra al lado de la ciudad, entre el mar y el bosque, y simplemente hemos ido andando hacia la ciudad. Nada reseñable en nuestro peregrinar hacia Alta. Sólo nos hemos cruzado con tres Pepis que iban a misa, y a uno que iba en bicicleta –a este nos lo hemos cruzado varias veces.

Para variar, hemos comido sentados en una especie de restaurante-take away. Por fin hemos comido un poco de pollo asado. Ha sido una bendición. Luego, de vuelta caminando al aeropuerto y a hacer tiempo. Cuando hemos ido a pasar el control de metales, me han acabado abriendo la mochila. No han encontrado nada, qué iba a haber. En fin, esta gente. Y encima el de seguridad me pregunta, ¿puedo abrirla? Como si yo pudiese decirle no, no la abras.

Después de unas interminables horas, hemos embarcado hacia Oslo. Al final, las predicciones del agorero de la catedral de Tromso no se han cumplido. Nos había vaticinado que la carretera de Tromso a Alta podría estrar cerrada, y el aeropuerto de Alta también. Pues ni una, ni otra. El aeropuerto de Alta es como el de Playmobil, y sólo hemos tenido que ir caminando al avión. El vuelo ha sido bastante malo, porque había niños y niñatos que no han parado de dar por saco.

A nuestra llegada a Oslo, hemos cogido el tren expreso hacia la ciudad. En este país tienen un problema con el tema de las tarjetas. A ver si se dan cuenta de que los turistas no tienen tarjetas noruegas cuando llegan al país. ¡Qué cruz! Hoy no he podido pagar ni el tren ni la cena con la Visa. A este paso voy a tener que sacar más dinero en efectivo. Impensable en un país moderno, y menos si quieren recibir turistas. En esto, le pongo un cero a Noruega.

Para rematar la faena, habia obras en el tren que nos llevaba a la ciudad, así que a medio camino nos han hecho bajar del tren y subir en unos autobuses que nos han llevado a la estación. Eso sí, no nos han descontado ni una monedita. Con más pena que gloria hemos llegado al hostal, donde tenemos una habitación de ocho para séis, o eso nos han dicho. Tras una penosa cena, aquí estoy en mi cama del hostal Anker dispuesto a dormir y a olvidar este día que ha sido el peor con diferencia desde que estamos en el país.