Compartiendo los primeros momentos en Noruega
O mejor dicho "hej, hej", que es lo que todo el mundo aquí usa para decirte hola. Llevo apenas ocho horas en el país, y ya hemos vivido situaciones memorables. Se puede decir que el primer día me ha recordado a aquellos buenos y mágicos momentos de la Ruta de los Rumanos de 2008.
Hemos comenzado el viaje al mediodía, haciendo una parada para repostar en el Prat, a horarios europeos, antes de meternos tres horas y media en un Boeing 737-700 para dirigirnos a tierras noruegas. El primer viaje ha transcurrido sin incidentes. Íbamos sentados en la penúltima fila, y el cacharro se movía bastante. Lo más reseñable han sido los vecinos que teníamos: unos tatuadores argentinos y a ¡¡¡Hera Björk!!! con su hija y su perrito. El tatuador gordo se ha pasado todo el viaje roncando y Hera se lo ha pasado haciendo fotos al perro mientras su hija hacía sudokus.
La llegada a Oslo ha sido un poco accidentada. Al principio no salían las maletas, sólo la de Esteban, pero luego hemos recibido nuestros equipajes. Mi maleta ha acabado totalmente de un color sucio, y eso que era su viaje inaugural. Luego, al estilo estadounidense, tienes que recogerla, salir y volver a entrar. No está muy bien indicado y hemos tenido que preguntar, pero hemos acabado dejando las maletas en el sitio correcto y Esteban poniendo el dedo para que le cogieran su huella digital y se la asignasen a las maletas. Cosas de Gardermoen.
La escala ha sido larga, pero divertida. Hemos comenzado desbocándonos con unos carteles que anuncian la inminente llegada del festival. Hemos hecho las primeras fotos... (déjà vu al momento tortugas). Luego hemos vuelto a comer, y hemos estado riéndonos de un niño que tenía una curiosa y rara forma de toser. No penséis mal, lo que pasa que el niño tenía una tos de ultratumba que cada vez que tosía, temblaba el aeropuerto. También han estado en el ojo crítico la del lacito y la que iba vestida de conejo rosa y gris. Si esta es la moda noruega...
El vuelo a Stavanger ha transcurrido sin incidencias y hemos contado con la inestimable presencia de las azafatas Pili y Mayra, ambas muy simpáticas y de aspecto particular, sobre todo Maryra con esas gafas sacadas de otra época, de otro planeta.
Acabamos de llegar al hotel, nos acaban de soplar 15€ por un trayecto en bus y nos disponemos a dar una vuelta por Stavanger. Son las diez y pico de la noche, pero todavía hay claridad. Se nota que estamos bien al norte de Europa y nos acercamos al verano. Mañana tenemos planeada la excursión que más miedo me da, por lo exigente físicamente que es. Ya os contaré qué tal ha ido.
Ahora, a Stavanger.
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