Comenzamos el día a las 9. Aunque hemos dormido más de ocho horas, nos cuesta levantarnos. La subida al Preikestolen sigue pasando factura a los tres expedicionarios. Nada más descorrer la persiana vemos que hoy el tiempo no nos acompaña. Por primera vez desde que pusimos un pie en Noruega, está lloviendo. De hecho, ayer me hubiese hecho más falta crema solar que otra cosa, porque el sol me dio de lleno y voy un poco colorado. Quién lo iba a decir de Noruega.
Bajamos al desayuno más movidos por el hambre que por otra cosa. Nuevamente vemos a la prima de Hera Björk sirviendo los cafés. Nuevamente decidimos hacernos unos sandwiches de pavo estilo "yo mango" porque el viaje a Bergen es largo y no sabemos lo que nos vamos a encontrar aunque lo intuimos.
Tras un copioso desayuno, cogemos nuestras maletas y bajamos a recepción a hacer el check out. Este hotel nos ha salido muy bien de precio. Si alguna vez Stavanger organiza el festival ya sé dónde nos vamos a alojar. Carles aprovecha el momento del check-out para demostrar sus dotes de inglés, pero no es necesario, ya que el hombre de recepción se llama Vicente y habla perfectamente español.
Nos aventuramos bajo la lluvia camino del puerto de Stavanger. Nada más salir nos damos cuenta de que nos hemos olvidado preguntarle a Vicente dónde se coge el ferry a Bergen. Tenemos una ligera idea, pero la información que aparece en una guía que cogimos en el hotel y la que aparece en los paneles informativos de Stavanger no coincide. Decidimos seguir la información de la guía del hotel y acertamos. Desde lo lejos divisamos el pequeño ferry que nos llevará a Bergen.
Queremos aprovechar para visitar el mercado de pescadores de Stavanger, pero a pesar de que seguimos las indicaciones, no vemos nada. Cabe decir que es domingo por la mañana y no hay un solo alma por la calle. Al final encontramos a una mujer que nos dice, no muy convencida, que el mercado está cerrado hoy. Así que decidimos volver a hacer cola para subir al ferry, aunque queda todavía media hora para zarpar. Aprovecho la espera para comprar dos bananas, que se supone que eran a diez coronas, pero la tipa me cobra catorce. Como no tengo ganas de discutir y sí de soltar calderilla, le doy las monedas y vuelvo feliz con mis bananas a la cola del ferry.
El ferry parece un avión, con filas de cómodos asientos dispuestas en varias formaciones. Es curioso porque en algunas partes del barco hay zonas un poco más ocultas para familias con niños, que se presupone más escandalosos y en este país valoran mucho el silencio. Nada más entrar dejamos las maletas en una especie de estanterías y subimos al piso superior. No nos preocupamos mucho por ellas, ya que estamos en Noruega y la gente es súper confiada.
Dentro del barco tenemos wifi (aunque a mí no me conecta), así que aprovechamos que a Esteban sí le funciona para pasar las cuatro horas del viaje escuchando música en youtube. El resto de viajeros, que no son muchos deben flipar con las canciones que se escuchan.
El barco va haciendo paradas en varias poblaciones de camino a Bergen. La gente aprovecha para sacar fotos a los espectaculares paisajes que vamos atravesando, sobre todo Esteban y una china que nos viene siguiendo desde que subíamos al Preikestolen. En algunos momentos, el barco se mueve mucho, demasiado quizá para mi gusto, pero lo llevamos lo mejor posible, escuchando música eurovisiva y a veces nos viene el sonido de una película de “Alvin y las ardillas” en noruego que unos niños están viendo al lado nuestro. También hemos vivido un momento curioso cuando un miembro de la tripulación se nos ha acercado con una grabadora como la que llevábamos en Estocolmo para preguntarnos nuestro nombre y hacia dónde nos dirigíamos. He sentido la tentación de decir “Daniel Diges going to Bergen”, pero he optado por decir la verdad.
Hemos aprovechado para comer nuestros sandwiches de pavo “yo mango”, mientras el ferry sigue surcando el mar atlántico con destino Bergen. De momento acabo mi relato, aquí sentado en la cubierta superior del ferry. Espero poder continuarlo después y publicarlo lo antes posible.
Retomo la narración cuando son las once y media de la noche y diluvia sobre Bergen. Desde nuestra llegada a la ciudad, no ha dejado de caer esa lluvia fria e incesante que te pone de mal humor. Sin embargo, inasequibles al desaliento, hemos ido raudos y prestos a buscar nuestro hotel, del cual no recordábamos ni el nombre. El hotel está muy céntrico, en pleno Torget, pero no es como el de Stavanger.
La entrada está un poco escondida, y el ascensor es de 1934. Como es un hostal, no habíamos podido coger una habitación para los tres, sino que tuvimos que coger una de cuatro. Con nuestro habitual optimismo, pensamos que no habría nadie en la habitación, pero al abrir nos encontramos… con un siniestro!!! Un tipo rarísimo, de greñas y camiseta de Kiss nos acompañará estos días en Bergen. Hubiese pagado por vernos las caras en el momento de abrir la puerta. Nos hemos quedado de piedra roseta, pero en 25.674 idiomas por lo menos. Eso sí, una vez superada la impresión inicial, el tío es muy majo, pero al principio…
Tras dejar las cosas y dejar al siniestro cenando algo rarísimo, nos hemos ido a dar una vuelta por Bergen. La incesante lluvia nos calaba mientras buscábamos un sports bar para intentar ver el partido del Barça. La empresa era difícil, puesto que hoy jugaba el equipo local, el Brann, y se ve que aquí sufren como en España con la tv digital, ya que los bares estaban llenos.
Tras dar varias vueltas y encontrarnos con una muchacha que regalaba coca cola gratis, hemos encontrado un bar con muchas pantallas, y nos han puesto una con el Barça-Valladolid. Luego se ha animado más gente a ver el partido. Eso sí, hemos pagado con creces la estancia, porque dos cervezas y una copa de vino tinto = 24 euros. En el bar se nos han sentado unos borrachos al lado que han entablado una conversación absurda. En cuanto ha acabado el partido, hemos salido con brío, porque la conversación entre borrachos y turistas estaba degenerando.
También hemos aprovechado la jornada lluviosa para acercarnos a la agencia de turismo a ver las excursiones que podíamos hacer. De momento ya hemos comprado la del Fiordo de los Sueños y la del tren de Flam. Esto lo haremos el martes. Nos ha atendido una jovencita muy simpática a la que hemos avasallado a preguntas sobre cosas a hacer y ver.
Como no dejaba de llover, y estábamos calados hasta los huesos, hemos decidido volver al hostal a tomar una ducha caliente y prepararnos para mañana, que es el día de la fiesta nacional noruega, y parece ser que aquí la gente se vuelve loca con eso.
Ahora estoy en la cama escribiendo esta entrada en el blog. El siniestro se ha ido a un concierto de heavy metal al aire libre (con la noche que hace). Hoy no nos ha funcionado internet, así que la grabo en un archivo de texto y la colgaré lo antes posible. Ahora me voy a dormir que mañana nos espera un intenso día festivo.
1 comentario:
jajajajajaja!!! Hazle fotos al sinistro que lo quiero ver.....
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