Estamos de nuevo en el hostal. Nuestro amigo el siniestro no ha vuelto todavía y no sabemos si es peor que venga ahora y nos empiece a hablar o que llegue cuando estemos durmiendo y nos despierte. Porque no veas el escándalo que monta.cada vez que pulula por la habitación. Esta tarde nos ha dado su nombre en facebook para que lo agreguemos... ¡pues va a ser que no!
Hoy cuando hemos salido por la tarde el tiempo era espectacular, una solana que no veas. Cualquiera diría que hace menos de 24 horas estábamos muertos de frío caminando por la calle. Hemos aprovechado para completar lo poco que nos quedaba por ver de Bergen y para mezclarnos con los berguenienses que todavía surcaban la ciudad a esas horas de la tarde. Caminando, caminando, mientras hablábamos de gente a la que nos veremos la semana que viene en Oslo, hemos llegado a la punta oeste de la ciudad, donde hemos encontrado un rinconcillo escondido que se abría abruptamente al océano. Un momento mágico.
Seguidamente nos hemos dirigido a la Festplassen para ver los últimos actos de las festividades del día nacional. Debe ser un día muy importante para ellos, porque eran más de las once y estaba todo lleno de gente, mayores y niños, que para ellos debe ser tardísimo. Pero ahí estaban. Hemos visto pasar de lejos una procesión de antorchas y después de un rato de espera, el castillo de fuegos artificiales. Para ser en Noruega, el castillo ha estado apañado. Si lo hubiesen echado por Fogueres hubiese sido penoso. Pero hay que adaptarse al medio y ha sido una bonita manera de poner fin al día nacional.
Mañana tenemos una excursión por el fiordo de los sueños. Nuevamente hay que madrugar, pero seguro que merece la pena. Mañana os relataré todo lo acontecido.
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