lunes, 1 de febrero de 2010

Una isla de ensueño

La catedral (o Seu), con el efecto óptico de estar al lado del mar (falso!)


 He tardado años en ir a la isla de Mallorca, pero bien han valido la pena porque me ha gustado mucho. No sólo la compañía ha sido más que grata, sino las excursiones realizadas y las curiosidades de la vida. He dormido, he comido, he hecho turismo, me he reído y no he pensado en cosas que no debiera... me hacía falta todo eso.

El viernes lo dedicamos a hacer turismo por Palma. Hay bastantes cosas que ver, aunque casi todas están concentradas en apenas unas calles, lo que facilita la visita. Hice que mi prima entrase a la catedral, la cual es más espectacular por dentro que por fuera, aunque nos chocó mucho la parte del ábside que está decorada por Miquel Barceló, por lo poco que pega en el conjunto de la catedral. Aparte de eso, unos preciosos rosetones y al salir, hice mi compra de pin de nevera obligada. Para comer nos paramos en un pequeño bar donde nos zampamos unos spaguetti  con chistorra que estaban para chuparse los dedos, todo ello amenizado por una simpática camarera.

El sábado hicimos una excursión por Valldemossa, Deià y Sóller. Hacía un día gélido y ventoso, pero ello no fue óbice para lanzarnos a la carretera y visitar todas esos encantadores pueblos de la sierra de la Tramontana. Lo más curioso de la jornada es el amor que le tienen los habitantes de estos pueblos a la zona azul. Incluso en los más pequeños hay su zona de aparcamiento de pago... Curioso. Por la tarde volvimos a Palma y aproveché para ir de rebajas. Me compré una maravillosísima chaqueta de Energie ¡a mitad de precio! Por la noche cenamos con una compañera de trabajo de mi prima, que por casualidades de la vida, hizo la carrera conmigo (en la universidad, se entiende). Durante cuatro años nos vimos todos los días de entre semana, pero nunca habíamos intercambiado más de unas palabras. No era de mi grupo. El sábado nos resarcimos de todo ello.

Y ya el domingo aprovechamos para dormitar y ver la tele, que fuera hacía frío y nosotros teníamos sueño. Un rato antes de ir al aeropuerto aprovechamos para ir al castillo de Bellver, pero estaba cerrado, así que sólo echamos un par de fotos y nos dirigimos hacia la playa de Palma, a dar una vuelta por ese paseo marítimo que ha visto mejores días.

Y con esto acabó el fin de semana, no sin antes volver a tener problemas con los vuelos. Si el jueves casi me quedo en tierra por overbooking, a pesar de haber ido al aeropuerto casi una hora y media antes (muy mal por Spanair!!!!), el domingo tuve que hacer una cola inmensa para facturar (sólo había un mostrador para varios vuelos) y luego correr por el control de seguridad, bufarle a una pedorra culona, y correr hacia la puerta de embarque, donde un guardia civil me pidió el DNI para un control extra. (¿Qué hicieron con él?)

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