viernes, 4 de enero de 2013

Lasagne à la canèle






En realidad no me gusta cocinar. Es más, lo odio. En mis épocas de compartir piso preferia encargarme de poner y recoger la mesa y de fregar todos los cacharros hasta sacarme más brillo que en Villariba y Villabajo con Fairy que en ponerme a los fogones. Creo que esto no va a cambiar nunca.

Lo que sí me gusta es comer. Y a pesar de que debe ser la resolución de Año Nuevo más usada por el mundo Occidental, he decidido que debo ponerme serio y bajar de peso. Al menos hasta que me entren de nuevo mis pantalones blancos. Ese es el límite físico que me he marcado. Ya son anchotes de por sí, y hasta hace un par de meses podía usarlos, pero es que me he descuidado en esta recta final de año y esta mañana he tenido que darme por vencido. No van a entrar de momento.

La foto de la lasaña que acompaña a este texto es por hablar algo de la Nochevieja pasada, sobre la cual he pasado de puntillas... como sobre tantas cosas últimamente. Fue una noche rara, atípica, empecemos por ahí. Nos juntamos un grupo de gente, digamos peculiar, pero uno agradece estas noches, ya que las noches viejas de fiestas, cotillones y desfases varios ya son parte del recuerdo (hasta que vuelvan). Así que para recibir el 2013 me planteé una noche tranquila, ya que sobre todo tenía que volverme en coche el 1 de enero de vuelta a Barcelona tras mis vacaciones navideñas.

La estrella de la noche fue sin duda la "lasagne à la canèle" que es como denominamos el plato que preparó Encarni para el evento. No sé ni siquiera si se dice así en francés, probablemente no, pero es suficiente para dotarle de un cierto glamour a este plato de sabor cuanto menos peculiar. Pero para lo tiquismiquis que soy yo en temas del yantar, ya me gustó esa combinación de aspecto salado y sabor dulce. Quiero que sea una metáfora de año, y que sea un año dulce.

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