
Sin demorarme más comienzo con la primera foto que describe mis vacaciones, la más evidente, probablemente. Esta foto representa uno de los lugares más importante de estas vacaciones: la playa. En la playa he pasado muchas horas, leyendo libros (especialmente numerosas fueron las horas leyendo De parte de la princesa muerta; más amenas fueron las de Estupor y temblores), tomando el sol, paseando, escalando, ampliando horizontes, negociando colinas, estableciendo relaciones diplomáticas con la UE, huyendo de lagartos de tamaño descomunal y descargando frustraciones.
La playa ha sido un elemento central en estos días de vacaciones, aunque no pude ir todos los días que hubiese querido. Al principio por las incesantes lluvias, de las que hablaré más adelante, posteriormente por saturación de arena y al final por avalancha de mosquitos indeseables.
Aprovechando que justo antes de partir hacia Alicante hice un descubrimiento de belleza masculina interesante, he conseguido que mi tonificada piel consiga un toque tostado en toda su extensión, incluso en el pecho, el cual normalmente no suele coger color por el vello que lo puebla. Ido este, el sol ha recorrido todo mi cuerpo turgente.
La temporada 2009 está prácticamente cerrada a la espera de un invierno suave que probablemente no llegará. Pero la temporada 2010 está a la vuelta.
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